Editorial del 1 de febrero de 2010

Aunque hoy llevaba tacones, no ha querido hacer declaraciones. Rodeada por una nube de periodistas, y sin perder la sonrisa, Esperanza Aguirre ha dicho que no entendía tanta expectación y a quién le preguntó por lo suyo le contestó como contestan en las películas ante las preguntas incómodas "Lo siento querido, pero hoy no haré declaraciones".

En teoría tampoco las ha hecho el presunto aludido. Aunque sin decir nada, Ruiz Gallardón lo ha dejado claro: "No diré nada que pueda perjudicar a mi partido". De la frase se deduce que no puede decir nada suave, que si fuera sincero, perjudicaría gravemente la salud del PP. De Cospedal ha zanjado que lo que se dice en privado es relativo. O sea, vale lo que se dice en público, aunque sea mentira.

No hace muchos días, también, a un consejero de Esquerra Republicana del gobierno catalán le pillaron llamando “fantasma” al alcalde de Barcelona por su propuesta para los Juegos olímpicos de Invierno. Al día siguiente dijo que apoyaba al alcalde sin matices, y que eso era lo que valía porque lo decía oficialmente.

Y luego les extraña la desafección del respetable.


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