Editorial del 9 de julio de 2009

Les hablamos desde una ciudad que hoy sólo puede recorrerse de norte a sur y de este a oeste en tren o metro. Cataluña tiene hoy nada menos que 180 kilometros de sus vías habituales, cerradas al paso de peatones y conductores. 20 de esos kilómetros son urbanos, así que es fácil para cualquiera imaginar cómo va a discurrir hoy la vida de los barcelones. O mejor dicho, cómo no va a discurrir. Paralizados están a esta hora cientos de vehículos y viandantes que desde las 3, hace una hora, han visto cómo calles, paseos y avenidas se han convertido en territorio apache, sólo apto para los guerreros del Tour.

Hacía 44 años que el Tour de Francia no rodaba en Barcelona. Traerlo ha supuesto a las arcas municipales, un millón de euros de inversión. ¿Se recupera ese dinero? ¿Es un despilfarro sin mayores consecuencias positivas? Está por ver, aunque ya hay aguafiestas que le afean la conducta al alcalde, Jordi Hereu, por ese empeño personal en traer la serpiente ésta multicolor. Para aguafiestas, por cierto, la lluvia.

En todo caso, las ciudades también se cierran, a veces, para otras comitivas como mínimo tan absurdas. ¿Por qué la ciudadanía soporta estoicamente los ardores futboleros y sus copas varias, y denota poca paciencia para todo lo demás?


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