Editorial del 19 de mayo de 2009

Un general, un comandante y un capitán del ejército español han sido considerados culpables por la audiencia Nacional. Mintieron, o lo que es lo mismo, falsificaron un documento oficial, según el cual todos los jóvenes soldados españoles, muertos en el accidente del Yak 42 en suelo turco, estaban perfectamente identificados.

Los tres militares que Federico Trillo, entonces ministro de Defensa, envió a Turquía, o sea, Vicente Navarro –general-, José Ramírez –comandande- y Miguel Sáez –capitán-, sabían, según considera probado el Tribunal, que 30 cadáveres no estaban identificados. Navarro firmó un documento en el que tal situación quedaba reflejada. En tres horas y 25 minutos –los que median entre la entrega de los cuerpos y su repatriación a España- los militares españoles los identificaron a todos. Falso, claro. Por eso mezclaron tres cuerpos en un sólo féretro, confundieron un negro con un blanco y adjudicaron a una sólo fallecido dos miembros amputados con botas de distinto número.

Hoy la audiencia nacional condena a tres años al general Navarro y a un año y medio a sus subordinados, en calidad de cómplices. Conocimiento y voluntad son palabras que el Juez adjudica al general condenado. Después de 6 años, los padres, esposas, hermanos, o sea los familiares, han demostrado, como ellos mismos han dicho, que no estaban locos. Hace una hora y cuarto, Trillo, el ministro de Defensa cuando se produjo el accidente, ha leído un comunicado, sin opción a ser preguntado.


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