Editorial del 20 de enero de 2009

Los que nos dedicamos a la comunicación no recordamos una toma de posesión en Estados Unidos que se parezca a la que vamos a vivir hoy.

Quien más, quien menos hemos leído toda la información que de Barak Hussein Obama ha caído en nuestras manos. Y artículos, puñados de escritos firmados por personas respetabilísimas que llevan días contando quién es Obama, qué se espera de él, los conflictos que le están esperando como una pesadilla en su despacho de la Casa Blanca, y la decepción y desencanto –gran palabra, muy usada en España un tiempo, ¿se acuerdan?- decepción y desencanto, repito, que todos los analistas pronostican que experimentará el mundo cuando compruebe que Obama no es el mesías. Resulta todo tan desmesurado que los adjetivos se agotan. A veces la Historia acierta y encuentra en los momentos delicados, a personas con el carisma y el talento suficientes para liderar la complejidad. Dentro de una hora y media Obama jurará su cargo y pronunciará un discurso de apenas 20 minutos, que estará inspirado en Luther king, Kennedy y Roosevelt, cada uno por una razón diferente, esto es la justicia, la ilusión y el coraje.


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