Una muñeca vestida de azul. Ése fue, a los cuatro años, su primer papel. Sesenta años después, no es posible hablar del teatro español y olvidar su nombre. Ni sus lágrimas. Lola Herrera ha llorado más que nadie en el escenario -"llevo toda la vida escuchando lo bien que lloro"-, por eso celebra ahora que elogien su risa y le imiten el color y corte de pelo en todas las peluquerías, "es la fuerza de la televisión". Su espíritu necesita, sin embargo, buenos alimentos. Por eso está representando Concierto para 48 voces, un espectáculo de soberbios retales literarios de otros tantos autores, que van enlazándose unos con otros. El amor, la vida y la muerte se pasean por la voz de doña Lola.

Escoja un verso de ese concierto de palabras.

"La soledad me huele a ti como si estuvieras dormido en ella, como si esta soledad mía sólo fuera la almohada en que pones la cabeza... " Conocía poco a Dulce María Loynaz, estoy empapándome ahora.

¿La soledad puede ser sonora?

Desde luego. Cuando es buscada, está llena de cosas. Y cuando la quiero silenciosa, es un silencio de arrullos, no de vacío.

"Escribo también para los que no me leen". ¿Vale esa idea de Aleixandre para el teatro? ¿Sirve el teatro a los que no acuden?

Algo siempre queda, alguien que fue al teatro contará un día su recuerdo a otro que no fue y lo transmitirá potenciado.

Hay teatro educativo, pero ¿hay público al que poder educar?

Hay mucho público que no sé si quiere ser educado. Tengo un vacío cultural enorme, no sé siquiera todo lo que ignoro, por eso no dejo de buscar cosas. Pero hay poca curiosidad, estamos adocenados.

¿Por qué parece que cada día duele más pensar?

Vivimos en una burbuja. La gente se pasa horas en Internet hablando con personas de las que no saben si se llaman como dicen, o tienen la edad que afirman tener, o se dedican a lo que explican. Hay que mirar las cosas de frente, saber coger el toro por los cuernos en cada momento.

Usted vive como quiere. ¿Quizá porque "ha apostado a no acertar", como sugiere Goytisolo?

Claro. Cuando escoges un camino, puedes acertar o no, pero eso importa menos que el camino mismo, que es, de verdad, dónde se aprende todo.

Otra voz de su concierto, la de Blas de Otero: "Besas besos de dios". ¿El amor la ha hecho agnóstica?

No del todo, creo que hay besos de dios. El beso es de las cosas más maravillosas.

Dígame algo que las mujeres de 40 años debamos saber que nos ocurrirá después de los 60.

Una tranquilidad muy grande. [Risas]. Cuando se amortigua la inquietud del sexo, lo del hombre de tu vida que no aparece... cuando cede todo eso, se descubre un mundo nuevo, mucho más sosegado.

¿El teatro es, entonces, para usted, la única pasión que no se consume?

Para mí es una pasión incombustible que durará hasta el final. Pero, no crea, me di cuenta de eso muy tarde.

De casi todo hace ya 20 años, decía Gil de Biedma. También de sus Cinco horas con Mario. ¿Fue un éxito construido sobre el sufrimiento?

El personaje dejó huella como actriz y como persona. A mí me mereció mucho la pena todo lo que pasó a través de él.

El perfil de sus personajes ha colonizado su imagen pública. ¿Sabe que es difícil imaginaria feliz?

Es que la gente se empeña en ir diciendo por ahí que es felicísima, y yo no. Las cosas a veces van bien, y otras no tanto. Lo reconozco como cualquier otra persona que viva con los pies en el suelo.

¿Qué personaje de los interpretados se quedó dentro de usted como inquilino?

Ninguno, aunque sí es verdad que hay intercambios... Hay personajes con los que es más fácil. Otros, los más alejados, obligan a buscar y trabajar, y acabas encontrando cosas tuyas. Te muestran cosas de ti que no conocías. A todos estoy agradecida.

lrene Papas, harta de hacer tragedias, me dijo que el encasillamiento es que te obliguen a hacer siempre puertas, aunque tú sepas hacer estupendamente las ventanas. ¿La televisión es ahora su ventana?

Un ventanuco. [Risas]. Me guié por la intuición y acepté sin dudar. He pasado de ser la mujer que mejor lloraba a tener una imagen de pitita [risas], monísima desde por la mañana.

¿También se hartó usted de tanta lágrima?

Me pasé años y años oyendo: "Hay que ver, nadie llora tan bien como usted". Era un horror. [Risas]. Ahora me dicen: "¡Qué gusto da oírla reír!". No sabe la alegría que me da.

Cuénteme qué se ve desde la ventana de su casa gallega.

Brumas cuando las hay, un naranjo, un pino muy alto. Y si me asomo, monte, viñas, casitas de piedra a lo lejos.

¿Qué tienen las brumas y las nieblas gallegas que no encontró en su cielo castellano?

No lo puedo explicar. Hay una magia envolvente que sólo encuentro allí, estoy atrapada por la luz de Galicia. Es una fascinación.


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