El Periódico, 20 de junio de 2012

Por: Ferran Monegal

Y en vista de que Julia Otero la chinchaba hablándole del concepto de mujer escaparate, y le decía, con recochineo: «Tú aquí, con dos tallas menos, sacando pechonalidad, ¡y no te sientes florero!»; ¡ah!, en vista de que su entrevistadora la estaba fastidiando un poquito, Anita Obregón tuvo un pronto, un arranque, un arrebato y exclamó: «¿Mujer florero? Pues mira qué mujer florero soy: ¡ahora me quito los zapatos! ¡A tomar por el culo el zapato, hala!», y acabó descalza la entrevista, detalle que inmediatamente imitó Julia Otero, descalzándose también allí mismo. Hombre, ha sido una verdadera lástima que este lance de alegre descabalgamiento indumentario haya ocurrido al final, cuando ya salían los títulos de crédito. Si hubiera sucedido un poco antes, es muy posible que, animadas por su propio frenesí denudista, acabasen ofreciéndonos las dos un glorioso y edificante estriptís. Este encuentro ha sido pintoresco. Sobre todo las respuestas que nos fue proporcionando Anita. Cuando Anasagasti le dijo que siendo bióloga, y además tan mediática, podría hacer algo para difundir la causa en favor de la defensa del medio ambiente, ella contestó: «¡Ay! Pero es que siempre me preguntan si estoy enamorada, o con quién salgo, cosas así. Eso es lo que interesa». Cuando Julia le preguntó: «¿Políticamente, cómo te definirías?», respondió: «Pues ahora mismo española. Solo creo en España y en el español». Y cuando se le pidió si era feliz, dijo: «La felicidad es el instante que va de una putadita a la siguiente». O sea, que Anita Obregón ha estado ingeniosa y ocurrente, pero siempre envuelta en su habitual posado de vampiresa de cercanías. Nos había dicho la Otero al principio: «Veremos si viene con su disfraz habitual de Obregón, o con la piel de Ana». Seamos indulgentes: ha venido con su máscara habitual, pero nos ha permitido ver la piel de sus piececitos.


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