Artículo publicado en la sección 'Al contrataque' de la edición del día 27 de junio de 2014

Esta semana hemos leído dos informes, difundidos el mismo día, que son perfectamente complementarios. Lo que cuenta uno se explica en el otro y viceversa. Uno es del INE y el otro de Unicef. En el primero se nos informa de que España se hace vieja a toda velocidad. Este año, y van cinco consecutivos, ha vuelto a bajar la natalidad, que ya era muy escasa. Los datos demográficos por comunidades son demoledores: no solo nacen menos niños en todas sino que hace tiempo que en algunas mueren más viejecitos que criaturas llegan al mundo. Eso que se llama crecimiento vegetativo negativo, es decir, pérdida de población, es una realidad en Castilla y León, Aragón, Asturias, Extremadura, Cantabria, Galicia y desde este año también en Euskadi. O sea, el déficit no es solo el de las cuentas del Estado, también estamos a un paso de morir más de lo que parimos.

Cualquiera estaría en condiciones de teorizar por qué las parejas han desertado de su natural inclinación a reproducirse, pero por si hubiera alguna duda Unicef nos ha ahorrado el trabajo. Ha puesto encima de la mesa el informe bianual de la infancia en España, un documento espeluznante que retrata un país de mierda. Perdonen el cultismo, pero no puede decirse nada mejor de un Estado que condena a la miseria a 2,3 millones de niñas y niños. Casi la mitad de las parejas que tienen tres hijos viven en la penuria. Una cuarta parte de los que tienen un solo vástago, también. Como dijo la propia directora de políticas de infancia de Unicef, «tener hijos se ha convertido en España en un factor de riesgo de pobreza». El desempleo de los mayores desde que empezó la crisis ha situado en el abismo a miles de familias que vivían razonablemente bien antes de la llegada del monstruo (la palabra crisis no es lo suficientemente descriptiva a veces).

A la cama sin cenar

España es uno de los pocos países de la UE en los que no hay prestación universal por hijo. De hecho, la política de austeridad ha recortado precisamente una parte de los recursos destinados a las políticas educativas y sociales, o sea, las que afectan a los más pequeños. ¡Cómo van a parir las mujeres en esas condiciones! Que paran ellos, los que en este 2014 ya han recuperado todo lo que perdieron durante la crisis, los que hablan de cambio de ciclo, de recuperación y de la Virgen del Rocío.

Por si el escenario no fuera ya lo bastante sórdido, este mediodía es posible que tras el Consejo de Ministros salga Gallardón al lado de la vicepresidenta a informarnos de que los embriones son sagrados y hay que traerlos al mundo porque su religión lo manda. Al peor ministro de Justicia de la democracia no le conmueven los niños que se van a la cama sin cenar, sino los embriones que podrían quedarse sin su correspondiente vida miserable una vez nacidos. Eso sí es miserable.


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