Artículo publicado en la sección 'Al contrataque' de la edición del día 13 de junio de 2014

La clase política y periodística de Madrid cree que Convergència se empezó a desangrar electoralmente cuando abrazó el llamado «proceso» hacia el Estado propio. Que un pellizco importante de los votos que tenía la federación CiU sean hoy patrimonio de ERC no genera, al parecer, duda alguna entre los analistas de la meseta. Ellos, inasequibles al desaliento, solo cuentan las pérdidas irreparables que ha tenido el nacionalismo catalán, que supuestamente han ido a parar a una especie de limbo desconocido. Por eso han recibido como un mazazo el órdago (eso parecía, aunque con él nada es lo que aparenta) de Duran Lleida. Sueñan en la villa y corte con un efecto Duran capaz de rescatar de la locura independentista a los catalanes sensatos que se han visto arrastrados en eso que llaman «deriva secesionista».

Elogiado y descrito como el último bastión de esperanza, Duran se deja querer allí sabiendo que en casa debe soportar el mensaje contrario; es decir, que es su presencia federada junto a Convergència lo que mengua la credibilidad del independentismo sobrevenido de Mas. En definitiva, su valoración oscila entre la esperanza blanca y el lastre: más que una horquilla, eso es una autopista.

La cuota del 25%

La semana empezó el domingo con el líder de Unió desafiante en la portada de EL PERIÓDICO, pero un día después empezaron los matices. Se va, pero poco, y ni siquiera el silencio clamoroso convergente -ni una sola voz pidiendo que recapacite- le ha hecho mantener la amenaza. Es más, ha dejado claro que si hay algo a lo que no renuncia es a seguir como portavoz de CiU, la federación que amaga con romper, un clásico desde la era de Pujol. Como clásica es la pregunta nunca resuelta de cuántos de los votantes de CiU lo son de Unió. Desde que tenemos memoria hemos escuchado a convergentes quejarse de la sobrerepresentación del duranismo en las estructuras de poder que han venido ocupando. La cuota del 25% nunca se comprobó en las urnas, pero si Pujol estuvo dispuesto a concedérsela se aceptó como hipótesis de su fuerza electoral.

En un escenario endemoniado, el sueño de la derecha española y del poder financiero y empresarial es que se consume la escisión, que Duran actúe de surfero electoral sobre la ola independentista y que arrastre al 20% del electorado en unas elecciones plebiscitarias. Medios económicos y de comunicación no iban a faltarle a Duran. El núcleo duro del poderío económico, incluido el catalán, echaría el resto sin reparar en gastos, nada de tacañería. ¿Alguien recuerda la operación Roca de hace casi 30 años? Fue la más cara de la historia. Hasta Florentino Pérez se implicó, y con él parte de la lista Forbes española de la época. ¿Recuerdan el resultado? Un fracaso prodigioso que sigue estudiándose.

Veremos cuál será la sorpresa de la operación Duran. Apasionante.


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