Artículo publicado en la sección 'Al contrataque' de la edición del día 11 de octubre de 2013

Los mismos que considerarían sagrada la propiedad privada, la unidad de España, ver el fútbol con los amigos o incluso la siesta después de una buena comida el fin de semana se extrañaron el miércoles ante el lema que tres mujeres jóvenes, desnudas de cintura para arriba, escribieron sobre su piel: El aborto es sagrado.

Cuando Ruiz-Gallardón fue interrumpido desde la tribuna de invitados por las tres activistas de Femen, superada su perplejidad inicial por la consigna que gritaban las jóvenes, solo acertó a escandalizarse de que el adjetivo sagrado pudiera aplicarse a la interrupción voluntaria del embarazo. Tan sacrílego le pareció, que censuró el aplauso que Izquierda Plural dedicó a las tres feministas después de que el cuerpo de ujieres consiguiera reducirlas. Sepan el ministro y los que se inquietaron oyendo el lema de Femen que la Real Academia Española no está de su parte. Sagrado compete a los dioses y a la divinidad, pero en el mundo civil tiene también acepción: aquello que designa lo innegociable, lo irrenunciable. Por ejemplo, el derecho de las mujeres a elegir la maternidad. Y sí, ese derecho debiera ser sagrado.

Soberanía popular

Dijo el señor Ruiz («no tengo la culpa de que se llame Ruiz», que diría Villalobos) que en el Congreso reside la soberanía popular, y tiene razón. Pero permítanos que muchos nos sintiéramos el miércoles mejor representados por una francesa, una ucraniana y una asturiana en toples de lo que usted jamás podrá representarnos. El ministro no está solo, sin embargo. Beatriz Escudero, la encargada de defender la contrarreforma de la ley del aborto, diputada del PP por Segovia, consideró un «acto de fanatismo» la reivindicación de Femen. «Mujeres desnudas gritando 'aborto sagrado'», dijo con desprecio. Faltó solo que se santiguara al recordarlo y pidiera la urgente intervención de un exorcista para arrancar de la Cámara el demonio que sin duda aquellas jóvenes habían paseado por la tribuna. «Patética y repugnante imagen en el Congreso», sentenció otra compañera de partido, Ana Vázquez, mientras el jefe de grupo, Alfonso Alonso, recordaba que «el Parlamento es un sitio para debates serios».

La mala suerte quiso, sin embargo, que la primera acción repugnante de este grupo que no hace más que crecer por todo el mundo ocurriese poco antes de que el ministro Montoro afirmase sin apearse de su tono barítono que los sueldos no están bajando en España sino que se están moderando las subidas salariales. Todos los indicadores le desmienten, pero don Cristóbal, dispuesto a superar a sus mejores caricaturistas, nos amenazó incluso con explicárnoslo en una pizarra digital. La chulería pide a gritos un toples y pintarse en el pecho No somos idiotas. ¿O sí?


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