Artículo publicado en la sección 'Al contrataque' de la edición del día 5 de julio de 2013

Si no me diera vergüenza cobrar este artículo fusilando las palabras escritas por otra persona, hubiera usado los 3.000 caracteres de los que dispongo para compartir con ustedes fragmentos del discurso que dio al mundo Nelson Mandela el 10 de mayo de 1994, cuando tomó posesión como presidente de la nación sudafricana.

Mientras el último hombre grande de la política mundial agoniza en Pretoria, es imprescindible volver sobre su historia y sus palabras como forma de combatir la mediocridad exasperante en la que nos desenvolvemos en estos tiempos. «De una desmesurada catástrofe humana debe nacer una sociedad de la que la Humanidad se sienta orgullosa». Cuando Mandela pronunció esa frase habían pasado 4 años desde su excarcelación y desmantelamiento de la infamia del apartheid. Mandatarios de 140 países acudieron a escuchar a aquel tipo menudo que salió de tres décadas de cárcel sacudiéndose todo rencor porque «había llegado el momento de curar las heridas». Unas cicatrices atroces escritas sobre la humillación del 80% de la población negra que vivía, trabajaba, comía y se desplazaba sin mezclarse con el blanco. Se desposeyó a millones de africanos de sus tierras y sus casas, se los confinó a zonas tribales de miseria y hacinamiento.

Los que éramos adolescentes en 1976 recordamos el impacto de aquellas imágenes brutales de represión policial en Soweto, el guetto gigantesco en el que se hacinaban miles de nativos, mano de obra barata, portadores obligatorios de aquel documento infame, el Pass low, una especie de DNI de la segregación y racismo más repugnantes. Murieron centenares de jóvenes, todos desarmados, muchos tiroteados por la espalda. España salía tímidamente de la dictadura y aquello nos lo contaron los medios con una indolencia que hoy produce escalofríos recordar. Antes de la masacre, protagonizada sobre todo por escolares y maestros negros, el presupuesto que el gobierno gastaba en educar a un niño blanco era de casi 700 rand -la moneda oficial- mientras que el hijo de un negro apenas alcanzaba los 40. ¿Para qué iban a tirar el dinero educando a quien nació para siervo?

Líder moral

Si tienen hijos pequeños o adolescentes, prueben a contarles detalles del apartheid y de Mandela, ese último e indiscutible líder moral del siglo XX, que nos recuerda que hubo un tiempo en que el mundo conoció el liderazgo y el coraje políticos. «Hemos triunfado en nuestro intento de implantar esperanza en el seno de millones de los nuestros».

Cuando hoy la amargura colectiva se percibe en cada esquina, es de prescripción obligatoria volver a las palabras de Mandela porque curan. «Debemos actuar para alentar el nacimiento de un nuevo mundo. Que haya justicia y paz para todos. Que haya trabajo, pan, agua y sal para todos. El sol jamás se pondrá sobre un logro humano tan esplendoroso». Madiba -su nombre tribal- se está muriendo. ¿Habrá nacido ya algún líder de su estatura para el siglo XXI?

¿O deberemos resignarnos a la miseria moral de quienes gobiernan hoy el mundo?


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