Artículo publicado en la sección 'Al contrataque' de la edición del día 22 de marzo de 2013

Se cumple una semana desde que unos ciudadanos con pasaporte europeo, como usted y como yo, no pueden disponer de su propio dinero. Los bancos chipriotas cerraron la semana pasada y no han vuelto a abrir. El próximo lunes tampoco, porque es su fiesta nacional. Un sarcasmo del azar -o el demonio jugando a los dados- ha hecho coincidir la humillación internacional de Chipre con la celebración de su independencia como país. Así que hasta el martes, y no es seguro, no hay bancos, ni tarjetas de crédito, ni transacciones por internet ni nada que no sea hacer cola ante los cajeros automáticos para conseguir unos euros. Un corralito que no tiene nada que envidiar al argentino de hace 11 años.

Por cierto, hagamos memoria de trazo grueso. Argentina goza en los años 90 del siglo pasado de una auténtica orgía económica. Vive el país tan por encima de sus posibilidades en la época de Menem que a final de siglo empiezan los problemas económicos y el Gobierno siguiente se encuentra con un enorme déficit fiscal. (¿Les suena de algo?). El nuevo presidente, Fernando de la Rúa, empieza a hacer profundos recortes y medidas de ajuste, al tiempo que aumenta de forma alarmante los impuestos a las rentas medias. El consumo se desploma, cierran miles de empresas, se recauda menos y aumenta lo que supuestamente se estaba combatiendo: el déficit fiscal. (¿Les parece familiar?). La aversión que siente el dinero a la incertidumbre provoca una ingente fuga de capitales, y cuando la bancarrota se ve ya como una posibilidad los argentinos piden ayuda al FMI, que haciendo honor a su reputación recomienda apretar más la soga, o sea, austeridad y más recortes. Así que Argentina se hunde en la recesión económica y los capitales no es que se fuguen, es que salen despavoridos.

Un parecido asombroso

Estamos ya a finales del 2001 y el paro argentino es insostenible -roza el 20%-. El Gobierno insiste una y otra vez en la confianza que le niegan tanto los mercados como sus propios ciudadanos, y para que le crean promulga una ley de déficit cero para calmar a los primeros, y otra para los segundos consistente en garantizar los depósitos bancarios. Cinco meses después el Gobierno de De la Rúa se ciscaba en sus propias leyes e imponía el famoso corralito. El parecido familiar es tan asombroso que no se pueden buscar las siete diferencias.

¿Recuerdan cuando en una semana Zapatero y Rajoy cambiaron la intocable Constitución para imponer por ley el déficit cero? En cuanto a nuestros ahorros, ¿les tranquiliza la frase que Rajoy escribió este miércoles en un tuit: «No soy partidario de que la gente pierda sus depósitos»? Sabiendo lo poco partidario que era de la subida del IVA, la del IRPF y, en general, de casi todo lo que aprueba su Gobierno, es para aficionarse al trankimazin.

El Eurogrupo propuso a Chipre un delito, que en eso consiste saltarse la ley: robar dinero de las cuentas a sus ciudadanos. Igual que el Gobierno argentino hace 11 años. ¿Europa era esto?


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