Perdió seis kilos en los días previos al congreso del PSC. Y está contento por eso -"hace tiempo que no estaba tan delgado"- y, sobre todo, por el resultado. A lo que otros llaman "barullo", Maragall denomina "pluralidad". La jugada le salió redonda en casa, ahora espera exportar la experiencia al inminente congreso del PSOE. "Esto no se hunde"; dice, "por tanto, arriesguemos". La España única será vencida por la España plural, "pero hay que convencer antes que vencer".

A una semana del congreso, ¿cómo está el mapa del genoma socialista?

Los socialistas catalanes tuvimos hace tres semanas un congreso muy bueno, la mejor contribución que podíamos hacer, una referencia muy positiva.

¿Harán de puente sobre aguas turbulentas?

No es fácil. Hay que escoger un líder, un modelo y un tipo de partido. Probablemente no cabe todo, ese es el tema. Lo más importante es, ahora, el liderazgo.

El que quiera ser líder debe ser puente, dice un proverbio galés. ¿Suscribe?

Exactamente. Un líder es aquel que une cosas que normalmente no lo están. Este es un puente entre dos épocas, lo que hizo Isidoro en Suresnes. Falta el Isidoro del 2000 que convierta la España del XX en la del XXI, como Suárez y, sobre todo, González convirtieron la del XIX en la del XX.

El papel protagonista de esa película, ¿no se decidió el 12-M?

El PP habrá sido un puentecillo y muy útil. Es bueno para todos que tengamos una derecha que ya no tiene complejos de no ser democrática. No hay peor agresor que el que tiene miedo.

El PSC se ha sacrificado históricamente por el PSOE. ¿Espera que ahora sepan corresponder?

No pido sacrificios, sólo que no tengamos miedo a ser lo que somos: una España plural, una pluralidad que quiere andar junta.

En la meseta muchos identifican nacionalismo con federalismo.

Pues es lo contrario. El federalismo es un intento leal y legítimo que finalmente saldrá victorioso. No somos de una sola estirpe, pero estamos mezclados y además queremos ir juntos.

De los cuatro candidatos del PSOE, ¿alguno lo entiende?

Todos han dicho que lo entienden. Por eso cuando ha salido un quinto diciendo que no, lo han desautorizado.

¿Cuál es el traje del candidato Ideal? A ver si deducimos a quién le sienta mejor...

No daré ningún nombre. Debe aportar juventud, frescura y serenidad. Tenemos ciento veinte años de vida. Lo hemos vivido todo, así que el imaginario socialista español es riquísimo. Es un barco insumergible.

Pese a que usted políticamente nunca ha hecho travesías en el desierto, ¿cómo cree que debe dirigirse un partido que tiene años de sequía por delante?

Me atrevo a pensar que el PP no tiene para mucho. No esperaban ganar por mayoría absoluta, le ha caído un fardo encima. Ahora tienen que arreglar Euskadi, El Egido, la violencia urbana latente. Yo deseo que lo hagan, pero creo sinceramente que no podrán. Y eso es lo único que no le perdonarán.

¿Cómo calificaría la prudencia con que CiU responde a los envites del PP?

Se les pasó la época, no dan más de sí. Dependen de un partido de un nacionalismo contrario al suyo y eso es molt fotut. Pujol no sabe cómo gobernar.

En las próximas autonómicas, ¿Se ve, pues, en duelo con Piqué?

Quién sabe (risas). ¿Por qué no Birulés? Ya puestos...

Por cierto, ¿le compraría a Piqué un coche de segunda mano?

Sí. Si fuera sólo un coche, sí se lo compraría.

¿Qué es más difícil, que llegue a presidir el Gobierno español una mujer o un catalán?

Es más fácil un catalán que una mujer. Una catalana, lo veo casi imposible. 

Usted no juega partidos sin la certeza de poder ganar. ¿Cómo se alcanza ese lujo en política?

Es que a mí me han metido siempre en los líos en los que estoy. Yo siempre he dicho que no a todo.

"Maragall, el deseado" le llaman...

Lo que pasa es que siempre les ha costado convencerme.

¿Por qué será que le califican de "heterodoxo"?

Eso me pregunto yo, ¿qué mosca les habrá picado?

El prêt-à-porter político está prescindiendo en las últimas temporadas de la moda del carisma.

Estamos entrando, aunque no sabemos cómo se juega, en una época en que no se lleva el carisma. Estamos aprendiendo.

¿Y si un día le reclaman desde Ferraz?

Lo primero que tienen que hacer es cerrar Ferraz (risas), es físicamente un búnker al que hay que cambiarle el aspecto e incluso la localización.

No se me escape. ¿Descarta ser, algún día, el deseado en Madrid?

Lo que pasa es que, de momento, quiero ser el deseado en Cataluña. Es la partida en la que estamos, hay que cambiar aquí y emitir desde la periferia ese mensaje a España.


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