Julia Otero y Jordi González, en el vestíbulo del hotel Bagués, de Barcelona / Massimiliano MinocriEl País, 3 de agosto de 2013

Por Rosario G. Gómez

Julia Otero, responsable del programa vespertino de Onda Cero, y Jordi González, presentador de El gran debate (Telecinco) se conocen desde 1984, cuando ella se asomaba a los micrófonos de Radio Miramar y él hacía lo propio en Radio Barcelona. Ahora trabajan en medios de comunicación que se miran de reojo permanentemente. Ella en Atresmedia y él en Mediaset. En los últimos 30 años, sus caminos se han cruzado hasta llevar vidas casi paralelas en el terreno profesional. Sus contratos, por ejemplo, vencían en sus respectivas empresas el mismo día de julio y los dos renovaron la misma semana por idéntico plazo: tres años. Lo hicieron a la baja, como toca en tiempos de crisis. “No somos baratos, pero somos eficaces”, admiten. Saben que les queda todavía mucha tela que cortar y que el relevo generacional está lejos.

En este cara a cara (el primero de los cinco que se van a publicar en los domingos de agosto) dejan bien a la vista —en gestos, en miradas, en anécdotas— su complicidad y su inmejorable sintonía. Cuando empezaron, hace ya tres décadas, recuerdan que la radio era básicamente local. “Había muy pocas cosas en cadena. Los informativos y poco más. Eran tiempos de ebullición. Había una revolución hormonal en la radio, acorde con una democracia adolescente”, recuerda Otero. La vida social era agitada y las fiestas de la comunicación de Barcelona pasaron a ser citas obligadas. “Yo trabajaba en Los 40 Principales, pero hacía informativos, publicidad, ponía discos... Estábamos en la radio pero soñábamos con la televisión”, confiesa González.

Del grupo de jóvenes locutores (Ramón Pellicer y José Manuel Parada, entre ellos), Julia Otero fue la primera en dar el salto a la pequeña pantalla. Fue en el circuito catalán de TVE con Una historia particular, un debate sesudo los sábados a mediodía. Solo falló un día: el sábado que se casó. Aquel programa fue una especie de entrenamiento para lo que vendría después: el concurso 3x4.

“Fue un bombazo, aunque me decían que no sabía dar los premios, que no ponía emoción. Querían un tono feriante que a mí no me salía. Aquello fue apabullante, al día siguiente ya me reconocían por la calle. Ese programa me cambió el carácter”.

González asiente. “Cuando Julia tuvo la oferta de Pilar Miró para hacerse cargo del 3x4 ella me recomendó para sustituirla en el programa de Sant Cugat. Me hicieron la prueba y no me cogieron. Julia me promocionó mucho, pero no les gusté nada”. Aunque no tardaría en sentarse en un plató. Durante año y medio presentó en TVE La Palmera después de arrancar en el circuito catalán. “Era un magacín de radio traslado a la televisión. No teníamos dinero ni para decorados”. Las autonómicas comenzaban a echar a andar pero no tuvieron hueco en la catalana. “¡Nos decían que éramos demasiado españoles para trabajar en TV3!”, exclama él.

Aquella generación aportaba a la televisión algo diferente. “Teníamos un estilo distinto, Hablábamos normal, sin engolar la voz”, dice Otero. Desde entonces, ambos han transitado por la radio y la televisión con familiaridad. La periodista gallega encadenó en TVE formatos de éxito: La ronda, La luna, Las cerezas. González frecuentó las cadenas privadas, donde ha hecho de todo, aunque reconoce que para él lo más difícil son las entrevistas. “Sobre todo si tienes que entrevistar, como me tocó a mí, al Butragueño en los tiempos en los que solo decía ‘Sí, bueno, no”, tercia Otero.

A punto estuvieron de coincidir en Gran Hermano. Mikel Lejarza, mandamás en Telecinco, le ofreció a Julia Otero en 2000 presentar la madre de todos lo realities. “Lejarza quería darle una pátina de seriedad poniendo al frente a un periodista. Me quedé estupefacta al ver las imágenes. Gente grabada permanentemente, ¡incluso en el váter! Le pregunté si eso era legal. Dije que no inmediatamente”. “¿Te arrepientes?”, le pregunta González, que ha presentado un año tras otro los debates de Gran Hermano. “En absoluto. Tuve tan claro que no quería ni podía hacerlo yo como que iba a ser un enorme éxito”.

En aquellos tiempos, la radio y la televisión estaban unidas por vasos comunicantes, algo que ahora no parece tan fácil. Perciben que no hay gente nueva en la radio “y tampoco nos jubilan a los de la tele”, remarca González. “Cuando eramos jóvenes mirábamos a Luis del Olmo o a Iñaki Gabilondo y nos preguntábamos: ¿pero éstos no se van a jubilar nunca? Ahora no hay relevo generacional. Está Toni Garrido, cuya trayectoria y éxito han sido premiados con un despido que es lo menos inteligente que he visto hacer en los últimos 18 meses. En la radio no hay banquillo. Yo ya empiezo a tener la edad que tenía del Olmo cuando empecé”.

Desde hace nueve años, Otero conduce Julia en la onda en Onda Cero, micrófonos a los que regresó después de haber sido despedida abruptamente. Cree que aquel episodio fue “una vendetta personal de un tipo mediocre que actuó por razones políticas” y que las secuelas aún duran. “En esos tiempos se empezaron a cavar trincheras en los medios”, observa. Critica que la ideología de un periodista se asuma como una incapacidad para ejercer honestamente su profesión.

González apunta que en EE UU todo el mundo sabe que Oprah Winfrey vota a los demócratas y no pasa nada. En El gran debate, donde solo ejerce de “maestro de ceremonia”, se siente cómodo. “Los contenidos dependen de la productora y la cadena, que consensúan los temas y los colaboradores. Yo estoy interesado en el 80% de los temas. Es un programa en directo, que es lo que me estimula, y me gusta la pluralidad; aunque hay periodistas que parece que cada mañana abren su email y tienen el argumentario del partido”. No oculta que su peor trago llegó con el boicot a La noria por parte de los anunciantes. Cree que de la entrevista —a la madre de El Cuco, implicado en la muerte de Marta del Castillo—, que desencadenó la campaña era correcta. “Tuve la solidaridad desde el primer minuto de Paolo Vasile. Pero aquello provocó la cancelación de un programa y el despido de compañeros. Fue como aquel proverbio: Cuando discuten dos elefantes, lo que más sufre es el césped”.


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