El Progreso, 25 de julio de 2007

JULIA OTERO, la famosa periodista monfortina afincada en Barcelona, descansa estos días en su ciudad, donde reflexiona sobre su trabajo, sus recuerdos y la presencia gallega en el exterior

TEXTO: Javier L. Quiroga

FOTO: Toño Parga

Julia Otero lleva toda la vida en Barcelona, adonde se marchó con sólo dos años y medio, pero desde entonces mantiene la mirada sobre la tierra que la vio nacer, Galicia. La famosa periodista monfortina es extremadamente celosa con su intimidad. Entre otras cuestiones esa es la razón por la que rechaza entrevistas, actos sociales e incluso relevantes ofertas publicitarias. Desde hace unos días está en Monforte, donde amadrinó los vinos Verdes Matas y Almalarga, en el que fue su primer acto social en el municipio que la vio nacer. Al mismo tiempo rompió con la tradición de no conceder entrevistas, ya que, como hizo hace 19 años, atendió la petición de este diario y desveló su sentir sobre la Ribeira Sacra.

—Hacía tiempo que no se le veía por Monforte.

—Hace tres años. Estuve en varias ocasiones en Vigo, en casa de mi prima. Aquí ya hacía tiempo que no venía. Mi padre vino hace año y medio a cazar por última vez. Venía cada año. Como la casa de los abuelos, en A Penela, no está en condiciones, no le apetecía mucho que viniese.

—¿A qué se debe su presencia?

—A una confluencia de varias cosas. He venido a celebrar un funeral en memoria de mi padre, que murió hace cuatro meses. Nunca me lo pidió, pero yo sé que él hubiera querido que en su aldea se le diera su último adiós. Esa fue la principal razón. En segundo lugar, porque me apetecía volver con mi hija, que tiene diez años, a la casa de mis abuelos. La conocía de hace unos años, pero casi la había olvidado porque era muy pequeña. En tercer lugar, porque la bodega Penas das Donas, de una gente muy emprendedora, joven, que ha conseguido transmitirme su entusiasmo, me ha pedido que sea la madrina de su bodega y de sus caldos Verdes Matas y Almalarga. Confluyeron todas las estrellas para el objetivo y decidí empezar mis vacaciones en Monforte este año.

—Pero usted no frecuenta actos sociales.

—Soy reacia porque entiendo mi trabajo de periodista como una labor de intermediación entre el que quiere saber o escuchar y el que produce la noticia. Me mantengo alejada de todos los actos sociales que no tengan nada que ver con eso. Siempre me cuesta explicar que no tiene nada que ver hacer radio o televisión con actos en público, con público... , de modo que no presento convenciones... , no hago vida social. Cuando se acaba mi trabajo empieza mi vida familiar, y ahí soy muy taxativa. Mi vida familiar es anónima, privada, y no quiero que nadie la perturbe, de modo que siempre huyo de los actos públicos. En este caso, la excepción la he hecho porque era mi pueblo, porque me ha parecido muy bueno para Monforte y para la zona, para el desarrollo de país. Es destacable que jóvenes emprendedores luchen por colocar, en este caso, un vino, en el mercado en base a unas circunstancias muy concretas, que son la calidad, la apuesta por el diseño, distinto, un poco fuera de lo convencional. Yo creo que merece la pena que reciban mi apoyo, si eso puede servir de algo. La condición que les puse fue no cobrar, aunque me costó convencerlos, porque ya se sabe cómo son los gallegos. Eso sí, me han invitado a una comida a la que sólo un gallego puede invitar. Estoy aquí con mucho gusto y ojalá sirva para dar a conocer estos vinos, a los que dije sí, sin haberlos probado. Cuando los probé me di cuenta de que podría haber dicho sí incluso antes de haberlo hecho porque son unos caldos excelentes.

—¿Suena la Ribeira Sacra en Barcelona?

—No demasiado. Solamente para iniciados, sólo para aquellas personas que buscan destinos culturales distintos, con sabor cultural muy concreto, pero no es una zona que suene en Cataluña. Lo que suena allí son las rías. Creo que la Ribeira Sacra es aún una gran desconocida para el mundo. Veo que se están dando los primeros pasos para que sea un elemento, un motor económico para el despegue de la zona. Hay unos paisajes maravillosos que aún no han sido descubiertos por miles y miles de personas, vinculados a una historia de piedra y de monasterios fantásticos, a los que hay que dedicar mucho mimo y mucho dinero para que se mantengan en pie y para que luzcan con el esplendor con el que fueron creados hace siglos, y con un vino que, en este momento en el que la enología está viviendo en España una edad de oro, puede ser un elemento también de empujón hacia arriba de la Ribeira Sacra. Creo que hay una mezcla de cultura, vino y paisaje que debía de formentarse desde las administraciones para que se dé a conocer este rincón tan maravilloso de Galicia.

—Entonces... ¿ve futuro?

—Creo que si pudiera, a través de mis ojos, explicar a toda la gente que conozco lo que estoy viendo vendrían todos despavoridos a invadirnos, porque es una zona maravillosa, pero las cosas no se hacen así, se hacen muy lentamente y hay que hacerlas muy bien. Espero que las administraciones sean capaces de estar listas y saber lo que tienen, algo simplemente maravilloso. Tienen un tesoro entre manos, un tesoro tejido a bancales, dignos de ser vistos por cualquier persona y que se tiene que saber vender correctamente al mundo.


"MI PADRE SUPO INCULCARME EL ORGULLO Y EL AMOR POR LA TIERRA"

—Me da la impresión de que ejerce de embajadora sin quererlo.

—Sí, lo hago siempre que puedo. La verdad es que mantengo la galleguidad que podía haber perdido al salir de Monforte con dos años y medio. Mi padre, que era un galleguista convencido, supo inculcarme el orgullo y el amor por la tierra. Tampoco he perdido la lengua. Mi fluidez en gallego es poca porque lo practico muy poco, pero aún tengo montones de expresiones que solamente sé decir en gallego. Hasta los 3 años no hablé ni una sola palabra que no fuese gallega. Yo no doy el coñazo a nadie y no voy embajadora de nada en ningún sitio.

—¿En su casa se consumen productos gallegos?

—En la estación de Sants de Barcelona hay una magnífica tienda de comida gallega en la que compro productos de la zona, aunque aguardiente y vino aún tengo del abuelo. Luego mi madre que es una excelente cocinera. Hace las mejores empanadas del mundo. Perdí al mejor pulpeiro, que era mi padre. Pero, pocas semanas antes de morir, curiosamente, empezó a transmitir conocimientos sobre la cocción del pulpo. Le enseñó a un catalán, como es mi marido, que lo hizo una vez, y le salió dignamente.

—Se siente gallega.

—Sí y me gustaría que los gallegos se sintieran más gallegos, más galleguistas.

—¿Su hija tomará el relevo gallego de la familia?

—Mi hija, Candela, habla catalán. Su lengua materna es el catalán, pero entiende perfectamente el gallego y siempre dice que su madre es gallega. Nunca olvida los orígenes y tenía muchísimas ganas de venir esta vez a Monforte. Mi padre también fue para ella muy importante. Era un trompetista excelente, del grupo 'Los Monfortinos', que no consiguió que yo estudiara música, pero, en cambio, sí lo hace mi hija. Pocos días antes de morir solfeaban juntos.

—Quiere rehabilitar una casa familiar de A Penela. ¿Piensa en regresar?

—La madre de Serrat, que era vecina mía en Poble Sec, decía que uno es de donde pacen sus hijos. Si mi hija pace en Barcelona, será difícil que me jubile lejos de ella. Para mí la patria son sobre todo las personas, pero no descarto venir a pasar temporadas más largas en Monforte.


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