La Vanguardia, 16 de septiembre de 2002

VÍCTOR-M. AMELA

-En sus programas sorprendo siempre alusiones al sexo...

-En cualquier conversación aparecen con frecuencia alusiones sexuales, y es natural: todos somos animales (racionales) sexuales. No veo por qué en televisión debería disimularlas, censurarlas... ¿Debo autocensurarme?

-No, no...

-¡Yo no soy un ser asexuado! Procuro la normalidad (con educación, claro). No me verá, en cambio, relatando mi intimidad sexual, como sí hacen tantos otros...

-Sí piropea usted a sus entrevistados masculinos de buen ver.

-Claro que sí: si un entrevistado me parece guapo, ¡yo lo digo! No se extrañe: ¿se extrañaría alguien si yo fuera hombre e hiciera eso mismo con una guapa entrevistada?

-Supongo que no... ¿Y seguirá ofreciéndonos desfiles de chicos en calzoncillos?

-¡Sí! Si un día ofrezco un desfile de lencería íntima femenina -igual que hacen otros programas-, enseguida coloco otro desfile de chicos con lencería íntima masculina.

-Equilibrio.

-Paridad. Procuro siempre la paridad.

-¿La hay en la tele? ¡Son mujeres hoy las conductoras de la mayoría de los programas!

-Pero una mujer en un puesto directivo es todavía un bien escaso. ¡Y son los hombres, encima, quienes imponen los horarios! Al respecto yo declaro mi batalla particular: ¡hay que feminizar los horarios de trabajo!

-¿Qué quiere decir?

-Los señores tienen poca prisa por volver a su casa: cuanto más tarde, mejor (que así estará todo ya resuelto en casa). Y sus esposas, a correr para llegar a todo: ¡la mujer ha empezado el siglo XXI con la lengua fuera!

-¿Y qué propone usted?

-Que los señores jefes dejen esas comilonas con sobremesa y puro, que dejen de llegar a las cinco de la tarde al trabajo... ¡para hacer quedarse luego a las mujeres a sus órdenes hasta las diez de la noche porque el señor, claro, no tiene prisa en volver a su casa!

-Usted es jefa de su equipo...

-Y en mi equipo tengo vetadas las reuniones de trabajo después de las siete de la tarde: ¡todos a casa! Hay que tener tiempo para atender el núcleo familiar.

-El trabajo no lo es todo, cierto...

-Y yo ni siquiera sé todavía qué es eso de la vocación. A mi edad aún no la he sentido.

-¿No? ¿Y por qué hace lo que hace?

-Por casualidad... , como casualidades suelen ser todas las grandes cosas en la vida. A mis 17 años -a finales de los años 70-, empecé a colaborar con un amigo que hacía un programa de radio en Sabadell y...

-Se enganchó al periodismo.

-Un profesor me dijo: "Si quieres dedicarte al periodismo, mejor estudia Filología". Y me licencié. Por cierto, en la misma orla de mi promoción está también Pilar Rahola...

-¿Qué ha aprendido luego del periodismo?

-Que todos somos muy poca cosa... Entrevistas a personajes importantes... y descubres su fragilidad, que son poca cosa también. Cuanto más importantes se ven, más poca cosa. Entrevistando, he llegado a sentir pena y compasión por algún rico y poderoso.

-¿Alguna anécdota?

-Presencié cómo el marido de Paloma Picasso, cuando ella estaba más en auge, la machacaba, la despreciaba y la agredía verbalmente ante mí. Un tipo impresentable. Me alegro de que acabasen divorciándose.

-¿En qué se parecen usted y Ana Rosa Quintana, con la que compite cada tarde?

-En que ambas respondemos ante nuestras empresas de los resultados de la tarde, y en que yo no he escrito ningún libro.

-¿Y qué opina de la señora de las mañanas, doña María Teresa Campos?

-Que sabe lo que dice. Una parte de su programa no me interesa, pero sí la tertulia de actualidad política, y ella demuestra saber siempre de qué habla.

-¿Seguirá usted haciendo tele y radio dentro de... 20 años, digamos?

-Seré una señora con todas las arrugas físicas y emocionales de esa edad. Y no tengo ni idea de si todavía me dedicaré a esto.

-¿Y qué sintió cuando la despidieron de la cadena de radio Onda Cero?

-Tenía el liderazgo de audiencia... ¡y me acusaron de hacer un programa "elitista"! Fui expulsada de la radio por circunstancias ¿políticas? Pero me acojo a lo que me dijo Marsillach: "Es siempre preferible ser la víctima de una injusticia que cometerla".

-¿No tiene derecho la dirección de un medio a echar a un comunicador si no le gusta?

-Pues que digan "le echamos porque no nos cae bien": eso sería más incontestable que otras argumentaciones... Sí tengo claro que no es bueno estar donde no te quieren.

-¿Fue el peor trance de su vida?

-Fue un mal trance en lo profesional, sí, pero... ¡peor era cuando me levantaba a las dos de la madrugada para hacer un programa de radio de 3 a 6 de la mañana!

-Y en lo personal, ¿qué ha sido lo peor?

-A los 20 años, cuando normalmente uno tiene sensación de ser inmortal, yo tuve la clara percepción de ser mortal...

-¿Qué le sucedió?

-Un tumor en el bazo. Me lo extirparon: una esplenectomía. De los 19 a los 24 años estuve de quirófano en quirófano. Después de eso, todas las dificultades se relativizan.

-Claro...

-Recuerdo que mi padre impidió entrar en mi habitación del hospital a un cura con sotana dispuesto para la extremaunción...

-Y hoy... , ¿qué es lo que más le satisface?

-Que me quiera la gente que me importa.

-Gallega catalanizada: ¿de dónde es usted?

-Soy de mi hija. Mi hija es mi patria.

 

Soy cuarentona. Nací en Monforte de Lemos (Lugo) y vivo en Barcelona desde los 2 años. Soy licenciada en Filología, pero hago de periodista por casualidad. Estoy divorciada y vivo con el padre de mi hija, Candela (5 años). ¿Política? Me inclino por los desfavorecidos y olvidados. Si Dios existe, no le importará que dude

 

Me dice que ella lo pasa bien haciendo lo que hace "y, cuando no es así, disimulo, lo que es parte de este oficio". También deben de pasarlo bien los telespectadores, porque su programa "La columna" (TV3) mantiene el liderazgo de las reñidas tardes televisivas en Cataluña. Júlia Otero empezó en la radio hace 25 años, hasta que un día se le cruzó la tele en forma de un concurso ("3 x 4", guiada por Sergi Schaaff) que la popularizó y que invadió las calles de mujeres peinadas con su idéntico "pelopincho" aquel (¿recordáis?)... La televisión es una bestia devoradora y despiadada, pero esta mujer parece saber cómo tratarla y tenerla en su sitio. "La gracia está en mantener tu puesto de trabajo sin perder tu credibilidad", aclara, "... gracia que alguna vez he perdido"


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