Entrevista publicada en El Semanal el 20 de Septiembre de 1998
Texto de Arantza Furundarena

"Muchos creen que soy periodista, pero soy filóloga. De ahí mi obsesión por lo léxico", explica Julia Otero mientras va y viene y ordena y coloca a paso ligero algunos detalles en su oficina. Lleva un nuevo corte de pelo muy favorecedor y la piel tostada por las vacaciones. Pero se acabó lo bueno. En la eterna tensión entre la ambición profesional y el deseo de una vida más tranquila, como suele ocurrir casi siempre, ha ganado lo primero. Julia tenía muy claro, o eso pensaba, que no quería regresar a la televisión por ahora. Sin embargo, una oferta irresistible le ha hecho cambiar de idea.

Dentro de pocos días, toda la seducción de que es capaz esta catalana, de ascendencia gallega y 39 años de edad, se pondrá al servicio de un informativo, en Tele 5. Será algo así como un magazine de noticias que adelantará los acontecimientos de la semana siguiente, un "juego periodístico" aún por experimentar en las cadenas españolas y que a Julia le resulta un reto de lo más estimulante.

Pese a contar con un currículum marcado por el éxito y las grandes audiencias -desde programas televisivos como La Luna o Un paseo por el tiempo al espacio radiofónico diario en Onda Cero La radio de Julia, que es líder de audiencia en su franja horaria-, Julia Otero manifiesta haber renunciado para siempre a "presentar un programa con un share del 30 por ciento. Antes se podía lograr con un producto digno. Pero ya no. Ahora a la televisión, en términos generales, le falta código deontológico y le sobra manipulación. El entretenimiento que ofrece es embrutecedor. Y yo no estoy dispuesta a avergonzarme de mi trabajo. Quiero hacerme mayor con una cierta tranquilidad de espíritu".

La última vez que se puso ante las cámaras fue en 1995, con 'Un paseo por el tiempo'.

Exacto. Sólo hace tres años, pero es como si se tratara de otra era de la televisión, porque aquella propuesta en La Primera, en pleno prime time, hoy parece romántica. En tres años han pasado muchas cosas, no muy buenas por cierto, y creo que en este momento casi todos los programas que yo he hecho en televisión, por formato y por concepto, serían, para entendernos, programas de La 2.

Por lo tanto, ¿a qué televisión, así en general, aterriza?

A una televisión que como espectadora apenas me interesa, a una televisión que no me atrapa en el sofá, salvo excepciones, casi todas, por cierto, en Tele 5. Esta es la razón por la que, de cuantas propuestas he recibido, la que me resulta atractiva es la de esa cadena. Creo que en este momento Tele 5 es la más plural, la que trabaja bajo menos sospechas de presión, la de más libertad. No digo que me gusten todos sus programas, pero en ella encuentro aquellos de vanguardia que me apetece ver como espectadora.

¿Empezaba a sentir la necesidad de volver a hacer televisión?

No, no. Yo no quería hacer televisión.

¿Por qué no?

Porque 20 horas de radio a la semana en antena son muchas y suponen otras tantas de preparación. La necesidad comunicativa que yo pueda tener está absolutamente cubierta. Frente al sprint que siempre ha sido la televisión, mi carrera de fondo es la radio, en la que llevo desde los 18 años. Además, para mí el trabajo no es lo más importante de mi vida. Es con lo que me gano la vida, pero hay otras cosas que no quiero perderme, de ninguna manera.

A esa conclusión parecen estar llegando algunos tras haber conocido el estrés.

Más algunas que algunos. Y no es que a las mujeres nos falte ambición, sino que nos han educado para sentir otras cosas más importantes que el trabajo; un aprendizaje que por cierto los hombres deberían hacer, por su bien y por el bien de la familia. Durante unos tres años dirigí un programa en la radio, y otros dos para dos televisiones. Fue una época un poco desmedida. Y me sirvió en todo caso para saber lo que no quería. Yo no quiero vivir en un avión sin ver a los míos y a la gente que importa y quiero.

¿Qué le hace volver a televisión, entonces?

Me hace volver la tozudez de Luis Fernández, director de informativos de Tele 5, la tozudez de la gente de Bocaboca, que es la productora a la que Tele 5 encarga este informativo, y me hace volver la cadena que me lo propone y, finalmente, el formato, la propuesta. Es un programa que va a llegar a una minoría, esperemos que sea a una inmensa minoría. Yo ya he renunciado a presentar un programa de grandes audiencias. Creo saber cómo se hace, pero no estoy dispuesta. En la vida hay que escoger y yo lo he hecho. La audiencia a cualquier precio no voy a perseguirla nunca. Jamás lo he hecho. Lo que pasa es que hasta hace tres años, con un programa digno podías alcanzarla. Ahora ya no. Por eso he renunciado; quiero hacerme mayor con una cierta tranquilidad de espíritu. Quiero llegar a mi casa y no estar avergonzada de lo que he hecho.

Ya. Pero imagine que de pronto se queda en paro. Y van y le ofrecen un 'Sorpresa Sorpresa'...

No quiero echarme ningún farol. La posibilidad de quedarnos en el paro la tenemos todos los que trabajamos en este medio tan competitivo. Cuando tienes audiencia ganas dinero y se pelean por contratarte, si dejas de tenerla, el resto de tu vida empieza en ese momento otra vez. Pero yo creo no haber olvidado que mis orígenes familiares son modestos...

Eso de advertir que el programa será para una minoría, ¿es un modo de curarse en salud?

No, porque ya cobro acorde con un programa que va a ser para una inmensa minoría. Todo está en consonancia con esto y todos sabemos dónde estamos.

¿Cómo será el programa?

Es un programa de los servicios informativos con un formato nuevo que en España aún no se había ensayado y que está basado en las previsiones. Vamos a hablar de las noticias de la próxima semana en todos los ámbitos. Pretende ser un poco un diario, en el que habrá una sección de política, de economía...

Así que de un programa sobre el pasado, como fue 'Un paseo por el tiempo', pasa a otro sobre el futuro.

Sobre el futuro inmediato, además. Un futuro por tanto muy cambiante, porque si lo que ha ocurrido ayer a veces no sabemos cómo interpretarlo, en un mundo tan resbaladizo como el de la política, lo judicial, lo económico, imagínate aventurar hipótesis para los próximos días. Pero, bueno, es un juego periodístico que haremos con el máximo rigor. Otra cosa que me convenció es que todos estamos en la ortodoxia periodística. Sin habernos repasado el código deontológico, todos los que estamos en este proyecto sabemos que es imprescindible. Es una propuesta nueva, un formato distinto y, aunque intuimos que no va a ser de audiencias masivas, tampoco queremos aburrir a nadie. Deseamos hacer un programa informativo, pero entretenido, en el que todos los géneros periodísticos puedan estar presentes: el cara a cara, la entrevista, el debate, el reportaje... según los temas o protagonistas de la semana.

Es la primera vez que hace un informativo.

En la televisión sí, pero en la radio no. De hecho, es mi origen. Mi primera responsabilidad profesional fue dirigir el informativo de la mañana en Radio Miramar.

Su modo de estar ante la cámara siempre ha sido muy personal.

Y no va a cambiar. Porque yo no sé hacer televisión de otro modo. No sé ponerme de forma acartonada delante del objetivo y, por otra parte, creo que cuando los responsables de esta cadena me buscan, están, buscando mi forma de hacer y mi estilo. Y no sólo no me piden que renuncie a él, sino que me piden que lo cultive sin miedo, porque es lo que dará un sello a ese informativo, diferente a otros informativos.

Siempre se ha dicho que tiene una forma muy resultona de coquetear con la cámara.

El coqueteo es el pariente pobre de la seducción. Pero, en todo caso, para mí la seducción en la televisión o en la radio, no sólo no es un defecto sino que es la gran virtud. El comunicador sin seducción no es comunicador, y hay libros escritos sobre eso. Cuando alguna vez he visto que me adjudicaban esa cualidad me he sentido elogiada, nunca ofendida.

¿Trabajaría en la televisión pública de ahora mismo?

Me cuesta mucho reconocer en La Primera la televisión pública en la que yo trabajé. Creo que no tiene ya casi nada que ver con aquella televisión pública que dirigió Pilar Miró y en la que yo tuve la suerte de empezar. No sé si es fruto o efecto del camino que ha tomado la televisión generalista, que tiene, si miramos el modelo americano, un porcentaje de audiencia del 50 por ciento, porque la otra mitad ve televisión por cable. Estamos en ese camino y no sé si el comportamiento de la pública en nuestro país es mejor o pero que en otros. En todo caso, lo que se está haciendo no puede ser etiquetado como televisión pública, bajo ningún concepto.

¿Qué le sobra, qué le falta a la televisión de hoy en el conjunto de todas las cadenas?

Yo diría que le falta código deontológico y, en los informativos, le sobra manipulación. Pero luego hay programas con gran audiencia. Así que debemos ser muy humildes con el papel de la televisión. La tele no educa a la gente. Si esos ciudadanos llegasen a cierta edad con la educación adecuada, porque la hubieran recibido donde se imparte la verdad, probablemente este tipo de programas ya no funcionarían. La televisión puede ser perfectamente un pasatiempo. Lo único que yo le pediría es que no fuera un pasatiempo embrutecedor, como ocurre ahora en cantidad de ocasiones.

¿Espera subir el nivel con su nuevo programa?

No, porque nunca pasa nada. Ni un programa embrutecedor baja el listón moral de la sociedad que lo ve ni uno muy digno mejora nada. La televisión sólo es televisión.

¿Cómo se imagina a esa inmensa minoría a la que va a dirigirse?

Gente inquieta, que tiene ganas de escuchar; gente crítica, a la que no se le pueden vender motos.

Ese segmento no debe de ser tan minoritario porque en la radio es usted la primera.

Sí, y en contra de todos los pronósticos, además. Lo que aventuraban es que no iba a llegar ni a 100.000 oyentes. Y ahora tenemos más de 600.000. Sin embargo en televisión ya no sabemos nada. Confieso mi incapacidad para diagnosticar el éxito o el fracaso de un programa en la pequeña pantalla. Creía saberlo hace unos años, ahora ya no. Pero, lógicamente, cuando uno apuesta por algo es porque tiene la ambición y las ganas de que eso funcione.

¿Habrá novedades en 'La radio de Julia' esta temporada?

Todos los años las introducimos. No quiero que mi espacio padezca arteriosclerosis. Pero la gran apuesta se produjo el año pasado cuando di voz y micrófono a todos los miembros de la redacción. Siempre se habla del equipo, así en general, pero nadie conoce sus nombres ni el timbre de su voz. Nuestro programa ha acabado con eso.

¿Ser la primera le importa?

A mí no, pero a mis jefes sí. Y eso acaba por condicionar. Es difícil sustraerse a esa presión. Yo creo que la ambición es buena. Aunque en las mujeres suele verse de un modo negativo, en seguida nos llaman trepas. Desde luego, no me planteo ser la primera, me planteo hacerlo muy bien. Ésa es la exigencia.

¿Ha sentido limitado su vida privada por ser famosa?

Sí. Yo me he propuesto desde el principio que el límite lo pongo yo, pero en algunas circunstancias la legislación no protege a las personas públicas.

Cuando nació su hija repartió una foto de la niña y pidió que fuera la primera y la última. ¿Se ha cumplido?

Aparecieron unas fotos paseando con el cochecito de la niña, pero a ella no han vuelto a fotografiarla, así que se ha cumplido. Cuando nació, me ocupé de comunicar a los directores de las revistas que mi hija iba a ser anónima, perfectamente anónima. Y lo conseguiré, al precio que sea.

Otras compañeras suyas parecen correr distinta suerte.

Bueno... Es que lo que yo he conseguido es a costa de mucho. Es decir, mi vida social es cero. No voy a ningún acto público, ni estreno de película o de obra de teatro. Nada.

¿Por qué esa oposición tan rotunda a que su hija aparezca en los medios?

Porque el anonimato no es sólo un privilegio. Es la primera condición para ser libre.


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