Ir a la versión en catalán

El Temps, 18 de marzo de 1991

Concita adscripciones y desaprobaciones, pero no deja indiferente. Es Julia Otero (Monforte de Lemos, Lugo, 1959), residente en Barcelona desde los tres años, que arrasaba en TVE con La ronda, y ya lo había hecho con La Luna. Tras una polémica salida de Onda Cero aterrizó en TV3, donde hace La columna.

Carles Capdevilla

-¿Cómo lleva el salto de la barrera que separa el periodista del personaje?

-No muy bien. Las entrevistas me hacen sufrir mucho, porque me meto más en la piel del que me la hace que en la mía, y lo paso mal. La pregunta es: ¿soy capaz de decir algo que interese a la gente? Y como que la respuesta es no, sufro.

-Pues da la impresión de que lo ha jugado muy bien, el papel de personaje popular...

-Esto no es cierto. Fíjate que en el año 1990 yo no concedía entrevistas, porque no estaba en activo en televisión. Yo no tengo por qué explicar qué hago o con quién voy de vacaciones. No quiero ir de personaje. Y lo peor es que cuando me convertí no estaba preparada. Para ser famoso no haces méritos. Te guste o no, has de entrar en este juego. Es peligroso no hacerlo.

-Pero algo sí que se deja cortejar...

-Quizás da esta impresión, pero en la prensa del corazón no te metes, te meten. La primera vez que fui portada de una de estas revistas no había ni siquiera concedido la entrevista. Entre la gente de este tipo de prensa tengo fama de ser muy arisca. He llegado al punto de conceder una entrevista con la condición de que no me pusieran en la portada. Y me ha costado meses hacerlos comprender que yo no acepto hacer el paripé. Ya no me piden reportajes familiares, con mi marido. Ni fotos con bañador en verano, ni reportajes esquiando en invierno. Ahora, si voy a la cena del Planeta y me sacan la foto cenando es cosa suya.

-Este se supone que es el precio de ser uno de los rostros privilegiados que, hagáis lo que hagáis, tenéis un mínimo de cinco millones de espectadores asegurados...

-No estoy tan segura. Un presentador popular no salva un programa malo, como tampoco una idea excelente funciona sin un gran profesional que la conduzca. Lo que sí que es cierto es que siendo popular puedes hacer una buena audiencia el primer día. En el debut de La Ronda llegamos casi a los siete millones.

-¿Vive obsesionada por las audiencias?

-Mira, en el primer programa de La Ronda tuve 6.902.000 espectadores; en el segundo 6.200.000; y en el tercero, 6.852.000. Me lo sé de memoria, me lo dicen y repiten dos días tras cada programa. En cambio, cuando hacíamos La Luna, el año 1989, no recibía los índices de audiencia hasta después de tres meses. Es la gran reformulación de la televisión en el estado español en un año, por la competencia de las privadas.

-La Ronda es un collage que incluye debate, música, entrevistas y un repaso final en la alcoba. ¿No es mucho para una hora?

-En TV3, Puyal tiene la suerte de disponer de tiempo abierto, pero a mí TVE me da 55 minutos muy justos. Mi proyecto era de una hora y media, y la tele lo ha acortado sin dejarme quitar ninguna de las partes.

-Hay un teórico norteamericano que asegura que cuando la televisión hace más mal es cuando quiere hacer creer al espectador que hay reflexión o debate, y se limita a hacer espectáculo. A este señor, Neil Potsman, no creo que le gustara su programa.

-Tiene toda la razón del mundo. Pero a ver quién es el primero que para el carro. La competitividad es muy bestia. Ahora, por ejemplo, La Luna sería un programa de segunda cadena. En estos momentos, la entrevista de una hora con un solo personaje no encontraría ningún horario prime time en la primera cadena. Antes la gente firmaba por 52 programas, después se pasó a hacerlo por 28, y ahora yo he firmado por 13 espacios de La Ronda. Si no da una audiencia buena, no renovaremos el contrato. En los Estados Unidos, los protagonistas de las teleseries cobran los viernes la semana, y si no ha funcionado la audiencia no hace falta que vuelvan el lunes siguiente. Es muy fuerte, y hacia eso vamos.

-¿Como lo aceptaría, su ego, pasar a la segunda cadena?

-No me haría nada en absoluto volver a hacer La Luna y pasar a la segunda. Pero confieso que me apetecía hacer un tipo de espacio más ágil. Estaba saturada de la entrevista a fondo. Son las más difíciles de hacer. Quieres mostrar tanto de su vida y trayectoria que siempre tienes la angustia de no haber explicado lo esencial del personaje.

-En su programa explota su sensualidad con la cámara y exagera algo su picardía, con el juego de traer a todos los invitados a su cama, en la alcoba final...

-Se trata simplemente de picar el ojo al espectador, de invitarlo a participar: No es tanto el juego de la seducción como un argumento estético para que el público participe desde casa. Esta sí que es una constante mía, una obsesión.

-¿Una sonrisa suya ante la cámara puede arreglarlo todo?

-O estropearlo. A mí me han pasado las dos cosas, porque a veces tienes que buscar la salida más adecuada. El don de la oportunidad es muy importante en televisión. Tanto como en la vida.

-Pero debo recordar aquella sonrisa a Garry Kasparov, mirándolo a los ojos para decirle que era muy guapo. Aquel día muchos lamentaron no haber aprendido nunca a jugar a ajedrez.

-Sí, lo recuerdo porque salió bien. Kasparov lo ha conseguido todo en la vida a los 23 años, y esto es peligroso. Siempre larga el mismo discurso, y me la jugué interrumpiéndolo para decirle que tenía unos ojos azules preciosos. Antes de hacerlo temía que dejara el plató diciendo que soy una maleducada y una frívola. Pero a veces una frivolidad es útil para romper el hielo.

-Otra posibilidad es la provocación, el estilo de entrevista mucho más dura. ¿Se ve?

-Me cuesta mucho ponerme agresiva. A no ser que vea una persona que sea muy agresiva. Pero incluso en estos casos -y pienso en Mario Conde-, no me sale hacerlo. Hombre, visceralmente me habría encantado hacerle una entrevista dura a Espartaco Santoni cuando publicó su libro, pero entonces yo no tenía programa y ahora él está pasado de moda.

-¿Se la habría hecho a Saddam Hussein?

-Para empezar él no dejaría que lo entrevistara una mujer. Y si fuera en las condiciones que lo hizo Luis Mariñas, yendo a campo contrario, en Irak, y solo delante de él, es impensable hacerle una entrevista muy dura. Mi pregunta sería quién le da derecho a jugar con vidas humanas. Yo no creo que tuviera ganas de sonreír, pero a él todavía le costaría más.

-¿Cómo habéis vivido la guerra?

-Personalmente, y como mujer de un presentador de informativos, me he tenido que pasar las noches pendientes del teléfono para ver si movilizaban a Ramón para algún programa especial de TV3. Y lo he sufrido con angustia porque en momentos como éste te haces preguntas más trascendentes, descubres que la televisión no sirve para gran cosa y acabas teniendo mucho miedo de caer en frivolidades cuando pasan cosas tan graves.

-Le daré una exclusiva: de aquí a poco tiempo Ramón Pellicer y Julia Otero, marido y mujer, presentarán un programa de televisión juntos.

-Esto no pasará nunca. En los Estados Unidos, creo que en la NBC, hay un matrimonio de presentadores que funciona muy bien. Aquí es muy difícil, y además la filosofía de la parejita presentando un espacio desde el comedor de su casa, que es lo que podría vender, no me interesa.

-¿Le supo mal leer la crítica de un diario diciendo que, en el Fin de año, Ramón demostró que canta mucho mejor que usted?

-Nos reímos muchísimo. Ya se veía venir, cuando nos dimos cuenta de la coincidencia de que los dos cantaríamos, pero vaya, no nos interesa hacer ningún dúo ni ensayamos nunca en casa, te lo aseguro.

-¿A cuántas propuestas para hacer cine ha dicho que no?

-Sólo he tenido una, hace un año y medio, y era muy informal, de estas que ya buscan que digas que no.

-¿Esto quiere decir que si recibe una propuesta formal para dar el salto a la pantalla grande diría que sí?

-No, tengo mucho sentido del ridículo y no lo haría, porque no estoy preparada. Como que soy muy prudente, no acostumbro a asegurar que no haré nunca una cosa en la vida, porque no me gusta tener que claudicar ni ver la gente que lo hace.

-¿Y cuántas veces ha tenido que hacerlo?

-Por el momento, no me he notado que haya cambiado en nada ni me haya contradicho. No puedo ser contundente porqué quizás de aquí a 10 años se me crucen los cables.

-Pero claro está que se cuida mucho. Por ejemplo, no dejando hacerse ninguna foto sin una sesión de maquillaje.

-Es lógico. Por la mañana yo estoy visible para trabajar, no para posar. Tengo alergias, rinitis. No acepto que me hagan fotos de cualquier manera. Pero no es por estar mucho más guapa, es por estar como es debido. En la televisión pasa lo mismo. Hay gente que se niega a maquillarse y no entiende que lo hacemos para que aparezcan naturales delante de todos los focos, y no para hacerlos más guapos.


Versión original en catalán:

Concita adscripcions i desaprovacions, però no deixa indiferent. És Júlia Otero (Monforte de Lemos, Lugo, 1959), resident a Barcelona des dels tres anys, que arrasava a TVE amb La ronda, i ja ho havia fet amb La Luna. Després d'una polèmica eixida d'Onda Cero va aterrar a TV3, on fa La columna.

Carles Capdevilla

-Com el porta, el salt de la barrera que separa el periodista del personatge?

-No gaire bé. Les entrevistes em fan patir molt, perquè em fico més a la pell del que me la fa que a la meva, i ho passo malament. La pregunta és: sóc capaç de dir alguna cosa que interessi la gent? I com que la resposta és no, pateixo.

-Doncs dóna la impressió que l'ha jugat molt bé, el paper de personatge popular...

-Això no és cert. Fixa't que l'any 1990 jo no concedia entrevistes, perquè no estava en actiu a televisió. Jo no tinc perquè explicar què faig o amb qui vaig de vacances. No vull anar de personatge. l el pitjor és que quan vaig convertir-m'hi no estava preparada. Per ser famós no fas meritatge. T'agradi o no, has d'entrar en aquest joc. És perillós no fer-ho.

-Però una mica sí que es deixa festejar...

-Potser dóna aquesta impressió, però a la premsa del cor no t'hi fiques, t'hi fiquen. La primera vegada que vaig ser portada d'una d'aquestes revistes no havia ni tan sols concedit l'entrevista. Entre la gent d'aquest tipus de premsa tinc fama de ser molt esquerpa. He arribat al punt de concedir una entrevista amb la condició que no em posin a la portada. I m'ha costat mesos fer-los comprendre que jo no accepto fer paperets. Ja no em demanen reportatges familiars, amb el meu marit. Ni fotos amb banyador a l'estiu, ni reportatges esquiant a l'hivern. Ara, si vaig el sopar del Planeta i em trauen la foto sopant és cosa seva.

-Aquest se suposa que és el preu de ser un dels rostres privilegiats que, feu el que feu, teniu un mínim de cinc milions d'espectadors assegurats...

-No n'estic tan segura. Un presentador popular no salva un programa dolent, com tampoc una idea exceŀlent funciona sense un gran professional que la condueixi. El que sí que és cert és que sent popular pots fer una bona audiència el primer dia. Al debut de La Ronda vam arribar gairebé als set milions.

-Viu obsessionada per les audiències?

-Mira, al primer programa de La Ronda vaig tenir 6.902.000 espectadors; al segon 6.200.000; i al tercer, 6.852.000. M'ho sé de memòria, m'ho diuen i repeteixen dos dies després de cada programa. En canvi, quan fem La Luna, l'any 1989, no rebia els índexs d'audiència fins al cap de tres mesos. És la gran reformulació de la televisió a l'estat espanyol en un any, per la competència de la privades.

-La Ronda és un collage que inclou debat, música, entrevistes i una repassada final a l'alcova. No és molt per una hora?

-A TV3, Puyal té la sort de disposar de temps obert, però a mi TVE em dóna 55 minuts molt justs. EI meu projecte era d'una hora i mitja, i la tele l'ha escurçat sense deixar-me traure cap de les parts.

-Hi ha un teòric nord-americà que assegura que quan la televisió fa més mal és quan vol fer creure a l'espectador que hi ha reflexió o debat, i es limita a fer espectacle. A aquest senyor, Neil Potsman, no crec que li agradés el seu programa.

-Té tota la raó del món. Però a veure qui és el primer que para el carro. La competitivitat és molt bèstia. Ara, per exemple, La Luna seria un programa de segona cadena. En aquests moments, la entrevista d'una hora amb un sol personatge no trobaria cap horari prime time a la primera cadena. Abans la gent firmava per 52 programes, després es va passar a fer-ho per 28, i ara jo he firmat per 13 espais de La Ronda. Si no dóna una audiència bona, no renovarem el contracte. Als Estats Units, els protagonistes de les telesèries cobren els divendres la setmana, i si no ha funcionat l'audiència no cal que tornin el dilluns següent. Això és molt fort, i anem cap aquí.

-Com ho acceptaria, el seu ego, passar a la segona cadena?

-No em faria res en absolut tornar a fer La Luna i passar a la segona. Però confesso que em venia molt de gust fer un tipus d'espai més àgil. Estava saturada de l'entrevista a fons. Són les més difícils de fer. Vols mostrar tant de la seva vida i trajectòria que sempre tens I'angoixa de no haver explicat l'essencial del personatge.

-En el seu programa explota la seva sensualitat amb la càmera i exagera una mica la seva picardia, amb el joc de portar tots els convidats al seu llit, a l'alcova final...

-Es tracta simplement de picar l'ullet a l'espectador, de convidar-lo a participar: No és tant el joc de la seducció com un argument estètic perquè el públic participe des de casa. Aquesta sí que és una costant meva, una obsessió.

-Un somriure seu davant la càmera pot arreglar-ho tot?

-O espatllar-lo. A mi m'han passat les dues coses, perquè a vegades has de buscar la sortida més adequada. El do de l'oportunitat és molt important en televisió. Tant com en la vida.

-Però deu recordar aquell somriure a Garry Kaspàrov, mirant-lo als ulls per dir-li que era molt guapo. Aquell dia molts van lamentar no haver après mai a jugar a escacs.

-Sí, ho recordo perquè va sortir bé. Kaspàrov ho ha aconseguit tot a la vida als 23 anys, i això és perillós. Sempre deixa anar el mateix discurs, i m'hi la vaig jugar interrompent-lo per dir-li que tenia uns ulls blaus preciosos. Abans de fer-ho temia que deixés el plató dient que sóc una maleducada i una frívola. Però a vegades una frivolitat és útil per trencar el gel.

-Una altra possibilitat és la provocació, l'estil d'entrevista molt més dura. S'hi veu?

-Em costa molt posar-me agressiva. A no ser que vegi una persona que ho sigui molt ella, d'agressiva. Però fins i tot en aquests casos -i penso en Mario Conde-, no em surt fer-ho. Home, visceralment m'hauria encantat fer-li una entrevista dura a Espartaco Santoni quan va publicar el seu llibre, però llavors jo no tenia programa i ara ell està passat de moda.

-Li l'hauria feta a Saddam Hussein?

-Per començar ell no deixaria que l'entrevistés una dona. I si fos en les condicions que ho va fer Luis Mariñas, anant a camp contrari, a l'Iraq, i sol davant d'ell, és impensable fer-li una entrevista molt dura. La meva pregunta seria qui li dóna dret a jugar amb vides humanes. Jo no crec que tingués ganes de somriure, però a ell encara li costaria més.

-Com heu viscut la guerra?

-Personalment, i com a dona d'un presentador d'informatius, m'he hagut de passar les nits pendents del telèfon per veure si mobilitzaven el Ramon per algun programa especial de TV3. I ho he patit amb angoixa perquè en moments com aquest et fas preguntes més transcendents, descobreixes que la televisió no serveix per a gran cosa i acabes tenint molta por de caure en frivolitats quan passen coses tan greus.

-Li donaré una exclusiva: d'aquí a poc temps el Ramon Pellicer i la Júlia Otero, marit i muller, presentaran un programa de televisió junts.

-Això no passarà mai. Als Estats Units, crec que a la NBC, hi ha un matrimoni de presentadors que funciona molt bé. Aquí és molt difícil, i a més la filosofia de la parelleta presentant un espai des del menjador de casa seva, que és el que podria vendre, no m'interessa.

-Li va saber greu llegir la crítica d'un diari dient que, al Cap d'Any, el Ramon va demostrar que canta molt millor que vostè?

-Vam riure moltíssim. Ja es veia venir, quan ens vam adonar de la coincidència que tots dos cantaríem, però vaja, no ens interessa fer cap duo ni assagem mai a casa, t'ho asseguro.

-A quantes propostes per a fer cinema ha dit que no?

-Només n'he tingut una, fa un any i mig, i era molt informal, d'aquestes que ja busquen que diguis que no.

-Això vol dir que si rep una proposta formal per fer el salt a la pantalla gran diria que sí?

-No, tinc molt sentit del ridícul i no ho faria, perquè no estic preparada. Com que sóc molt prudent, no acostumo a assegurar que no faré mal una cosa a la vida, perquè no m'agrada haver de claudicar ni veure la gent que ho fa.

-l quants cops ha hagut de fer-ho?

-De moment, no m'he notat que hagi canviat en res ni m'hagi contradit. No puc ser contundent perquè potser d'aquí a 10 anys se'm creuin els cables.

-Però és clar que es cuida molt. Per exemple, no deixant fer-se cap foto sense una sessió de maquillatge.

-És lògic. AI matí jo estic visible per treballar, no per posar. Tinc aŀlèrgies, rinitis. No accepto que em facin fotos de qualsevol manera. Però no és per estar molt més guapa, és per estar com cal. A la televisió passa el mateix. Hi ha gent que es nega a maquillar-se i no entén que ho fem perquè apareguin naturals davant de tots els focus, i no per fer-los més macos.


Política de Privacidad Política de Cookies © 1998-2024 juliaotero.net