Entrevista publicada en el libro de Margarita Rivière, El segundo poder. Cincuenta y cuatro entrevistas sobre los grandes cambios del periodismo actual, El País Aguilar, 1998

Le agradecí mucho poder hacer esta entrevista por una razón muy periodística: ella, entonces especialmente, no concedía entrevistas a nadie. Me la dio, creo, porque sabía que el tema de su embarazo no era lo que más me interesaba aunque, claro, tampoco podía obviarlo. Julia se convirtió en noticia por ese solo motivo; importó menos que fuera una de las pioneras en España en asumir, ella sola, su maternidad, para lo cual hace falta cierto admirable valor. No nos conocíamos personalmente hasta ese día y me impresionó su listeza y su claridad en expresar las cosas como las sentía. Nuestra conversación me supo a poco y aunque siempre be pensado que algún día habría que continuarla, hasta ahora no ha habido ocasión. Probablemente, con ella habría que hablar de periodismo y, en especial, del periodismo hecho por mujeres: un fenómeno quizá capaz de cambiar algunas rutinas, vicios y malentendidos profesionales.

Cada tarde, 600.000 españoles pegan su oreja a “La radio de Julia”. Y ella, treinta y seis años, se pone a “aprender con ellos”; añade: “Nunca hay tiempo para llegar al fondo de las cosas". Se confiesa curiosa y secreta, “aunque no lo parezca”. Es una estrella de la comunicación, pero no sigue modas: las hace. El día que hablamos acababa de fichar a Miquel Roca para su tertulia. Espontánea, rebelde, combativa y, sobre todo, lista, asume que ahora todo el mundo quiere entrevistarla por lo del embarazo “asumido en solitario”, pero se niega, con razón, a hablar de ello.

-¿Empezamos por el titular?

-Es lo más difícil.

-Figura qué es lo que sabemos hacer los periodistas.

-¿Qué tal “soy una obsesa de la lengua”?

-Desde luego llama la atención.

-Ja, ja. Y hasta tiene doble sentido. No sé si sabes que yo estudié Filología Hispánica. Quería dominar el instrumento para escribir y que no destrozaran el idioma. Soy una verdadera obsesa.

-No irías mal para académica.

-Nooo. Ufff. Me revienta lo mal que hablamos en los medios de comunicación. ¿Y esa tontería de las modas? De repente todo el mundo tiene que utilizar la palabra “torticero”. ¿Por qué? O “bisoñez”, como cuando llegó el PP. Yo hasta he hecho programas sobre esto.

-¿Y tiene éxito?

-En contra de lo que algunos dicen, sí. Porque a la gente lo que más le interesa es la gente, cómo piensan y sienten los demás. El comunicador ha de tener ese punto de humanidad del que sabe que es un mero vehículo entre unos señores que saben y unos que reciben.

-Los periodistas somos puros intermediarios.

-Me sitúo del lado de la curiosidad, aprendo con mis oyentes. Yo no doy clases, por eso me rodeo de gente que sabe muchas cosas, como los renacentistas.

-Hay pocos que sepan mucho de todo.

-Sí, es una diferencia en la actitud. ¿Quién dice “esto no lo sé”? Un periodista, no. En cambio los demás, sí. Los periodistas somos impostores: hemos de hacer ver que sabemos de todo y es falso.

-Ya era hora de que alguien lo dijera así de claro.

-Tenemos cultura de titulares: defíname la situación económica, qué pasa con el déficit, con Maastricht...

-¿Te aclaras con lo de Maastricht?

-Ja, ja. Pues no. Confieso que no sé lo suficiente para saber lo que nos jugamos si en un año no estamos económicamente a punto. Lo único que entiendo es que fuera de Europa no se puede estar.

-Tú puedes decirles a los políticos que hablen claro.

-Ya lo hago, con escaso éxito, ciertamente. Si nos explicaran Maastricht en términos de economía doméstica tal vez lo entenderíamos: hay unas familias ricas y unas pobres, busquemos el equilibrio...

-También se entiende que la unión hace la fuerza.

-Sí, pero como dice el refrán, Dios está con los buenos sólo si son muchos más. Nos quieren unidos en la medida en que tengamos fuerzas parecidas a las suyas: esto debe ser la convergencia, ja, ja. Con los pobres nadie quiere saber nada.

-¿De qué cuerda política eres?

-No se puede ser mujer, emigrante...

-Negro...

-... obrero o pobre y no ser de izquierdas o progresista. Hay que pelear por la vida. Yo no olvido mi origen, soy hija de la inmigración gallega. Claro que hay tontos útiles.

-¿A quiénes te refieres?

-Obreros de derechas, mujeres machistas...

-¿Y el progreso cómo lo entiendes?

-Que se viva cada vez con mayor dignidad y bienestar. No sé si nuestros hijos vivirán mejor que nosotros, el colectivo humano no me inspira mucha confianza aunque no haya conocido a ningún individuo malo. Pero tampoco es verdad que nuestros padres o nosotros hayamos vivido muy bien.

-Tener un hijo hoy es un acto de valor, lo dices por eso.

-No creo que más que en los años cuarenta. Nuestra época no es la más difícil. Yo no he dejado de tener fe en el futuro.

-Has conseguido lo que querías.

-Quería escribir y lo hago. Llevo una especie de diario, que a veces abandono. Apunto las tristezas, la alegría me resulta poco creativa. No cuento mis cosas a nadie, así que ése es un rincón para la confidencia.

-La prensa del corazón pagaría por ese diario.

-No me importa nada todo eso.

-Algo has de explicar del hijo que esperas.

-Es una niña. Digo que es una maternidad deseada, responsable doblemente porque la asumo en solitario.

-Eres combativa.

-Tengo más bien tendencia a complicarme la vida; lucho, eso sí. Ser mujer te obliga a esa estupidez de demostrar que no cometes un fallo.

-¿Las mujeres mandan mejor?

-Diferente, no tenemos más remedio. ¿A ti no te llaman histérica el día que das un grito? En cambio, ellos tienen carácter cuando eso sucede.

 

6 de septiembre de 1996


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