Con nueve años de retraso acaba de constituirse la Comisión de Reproducción Asistida. La ciencia ha puesto en este tiempo sobre la mesa y la conciencia avances médicos innegables, otra cosa es el retroceso moral que, tal vez, supone aceptarlos.

¿Es un "exceso de éxito" que los vientres más humildes hayan desarrollado cinco, seis, hasta siete fetos a la vez?

¿Puede explicarse la curiosa geografía del parto múltiple en el Estado Español?

¿Por qué esos alumbramientos son más frecuentes en el sur y entre las parejas con menos recursos?

La comisión tiene muchos asuntos, pendientes de análisis y reflexión, sobre los que deberá pronunciarse. Las nuevas realidades científicas bucean en la alegalidad y es responsabilidad de todos trazar fronteras. Resulta chocante, por ejemplo, que sectores progresistas apoyen la maternidad subrogada (escalofriante eufemismo, por cierto) bajo el pretexto de democratizar el acceso a la maternidad biológica. Sólo las personas ricas pueden permitirse alquilar un útero en Estados Unidos, así que -dicen- legalicemos la posibilidad de que el vientre prestado sea español. ¿Por qué pagar a una agencia californiana ocho millones por la matriz de una chicana o una negra teniendo tan cerca, en cualquier barrio levantado sobre la miseria tantas mujeres jóvenes y sanas, incubadoras potenciales?

A fin de cuentas durante muchos siglos las mujeres en todo el mundo han prestado sus úteros sin recibir nada a cambio. Tal vez sea un progreso el hecho de que, ahora, algunas mujeres puedan subrogar la maternidad, esto es, arrendar a otra mujer lo único que la fortuna no les escatimó: una matriz.

Julia Otero
Periodista


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