Hay mentes obtusas que no acabamos de comprender el asunto este del fútbol. Puede que este fenomenal negocio (antes llamado noble deporte) haya evitado guerras civiles al sustituirlas por "los partidos de máxima rivalidad". Incluso es probable que, hoy por hoy, España exista porque hay una Liga de fútbol llamada española. Es verdad que nada hay más democrático que el amor a un club: iguala a ricos y pobres. El racismo no existe. Las masas futboleras adoran a ídolos cuyo color de piel les horrorizaría para un yerno. En fin, que el fútbol debe ser muy saludable cuando gentes tan ilustres han escrito y cantado sus excelencias.

Incluso ocurren cosas raras, saludables por la mayoría como algo normal. En Vigo, por ejemplo, una "intifada" céltica de varios miles de hinchas salió espontáneamente a la calle por la sanción de cuatro partidos a Michel Salgado. Manifestación antiterroristas al margen (la de Miguel Ángel Blanco), no se recordaba allí una movilización así, salvo la anterior de la hinchada de Balaídos en el 96 en que a punto estuvieron de bajar a segunda.

La privatización de los Astilleros, por ejemplo, no reunió ni a la mitad de manifestantes y eso que el paro en Pontevedra está casi en el 20%, por encima del promedio de Galicia. Pero lo de Vigo puede aplicarse a cualquier otro lugar. ¿Ha salido alguien a la calle para protestar por el "medicamentazo"? ¿Están organizados los parados españoles como los franceses o los alemanes?.

La resignación ante la injusticia es la respuesta de los pesimistas y éstos siempre le han resultado cómodos al poder. Si nada tiene remedio, para qué protestar. Y claro, nos cosen a goles. ¡A ver si aprendemos de los hinchas!.

Julia Otero
Periodista


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