Editorial del 27 de febrero de 2013

“Un popolo che elegge corroti, impostori, ladri e traditori non e’ vittima. E’ complice”

O, lo que es lo mismo, “un pueblo que elige corruptos, impostores, ladrones y traidores no es víctima, es cómplice”.

Este es uno de los mensajes que más circula por las redes sociales italianas esta mañana. Ignoramos cómo y quienes identifican los italianos con cada una de esas categorías, pero hay una evidencia que solo parece haber entendido el gobierno francés y el presidente del parlamento europeo, que es alemán pero socialdemócrata. Y esa evidencia es que cuando se le pide a la población que haga grandes sacrificios durante mucho tiempo sin ver otra perspectiva, se rompe la cuerda y los votantes chillan en las urnas a favor de opciones que parecen poco razonables.

Como ha dicho Schulz, el presidente del parlamento Europeo, “los ciudadanos han enviado mensaje de que los recortes unilaterales no funcionan”. Serán buenos para los mercados, pero no para la gente. Otro alemán, este de la cuerda y el partido de Angela Merkel, su ministro de economía, ha dicho sin embargo que no hay alternativa a las reformas estructurales y que debe insistirse en la senda emprendida por Mario Monti.

¿Se puede hacer esa lectura desde Berlín cuando a Monti le han votado menos del 10% de los electores italianos? ¿Tolerarían los alemanes que un ministro italiano les dijese a ellos que lo que vale es lo que defiende un líder que quedó en cuarta posición?


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