Editorial del 22 de octubre de 2012

Cómo habrá sido el descalabro de su partido para que el político del que más se habla hoy sea Alfredo Pérez Rubalcaba.

La constatación de que lo peor de la crisis del PSOE no ha pasado -y a falta, aún, del próximo susto en las elecciones de Cataluña-, ha provocado que distintos líderes y nombres propios del socialismo español estén empujando desde ayer noche para que las cosas cambien. No saben hacia donde ni con quién, pero han entendido un mensaje tan duro como claro: Rubalcaba tiene que dejarlo. Eso piden muchos desde ayer y está por ver cuál será el movimiento sísmico de las bases en las próximas semanas.

Puede que la tregua alcance hasta la convocatoria catalana, pero no parece que Rubalcaba pueda comerse los turrones en el sillón de Ferraz. Su segunda, Elena Valenciano, interpreta que el electorado socialista quiere ir más deprisa y más a fondo. Pero no solo es un tema de intensidad y urgencia: también lo es de personas adecuadas en el momento preciso en que estamos.

Cuando una de las dos únicas opciones de gobierno en España de los últimos 30 años se tambalea, el país entero va a peor. Hasta en la calle Génova lo saben y tendrán que gestionarlo.


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