Editorial del 12 de septiembre de 2012

Ya advertimos ayer a esta hora que el ambiente en Barcelona, apuntaba a una Diada distinta. No nos equivocamos y basta leer toda la prensa internacional para darse cuenta. La nacional, también, por cierto. El día después de un tsunami viene lo más delicado, y ya se sabe que solo la inteligencia puede gestionar la delicadeza.

Las simplificaciones de los argumentos son mal síntoma. Hay quién se tranquiliza pensando que esto es lo de cualquier negociación: tú pides 100 al que te ofrecía 10, con la intención de que al final la cosa quede en 50. Y todos contentos. Hay quién se tranquiliza pensando que ayer la mitad de Cataluña no estaba en la calle, como si aceptar que la otra mitad quiere abandonar España fuera una situación ante la que aplicar la indiferencia.

También están los que buscan alivio en la idea de que no es tensión territorial, sino social. La crisis, ya se sabe. Pero cuando tanta gente sale de su casa con una bandera determinada, no es fácil hacerla regresar como si nada.

¿Y ahora qué? Es la pregunta. Ahora es el turno de la inteligencia política. Ustedes dirán si creen que ese atributo adorna o no a nuestros líderes actuales.


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