Editorial del 12 de junio de 2012

La Comisión Europea ha dejado claro esta mañana que el Tratado de la Unión permitiría a los países que lo precisasen, suspender los movimientos de capitales fuera de las fronteras nacionales.

Pese a que la libre circulación de capitales es una de las bases de la Unión, el Tratado contempla, en uno de sus artículos, que por razones de orden público o seguridad jurídica, cualquier país podrá impedir que el dinero salga a espuertas de su territorio nacional.

Por supuesto que estas especulaciones se hacen ante la amenaza de que en las próximas elecciones griegas, ganen los que apuestan por salir del euro. Aunque, para cuando Bruselas y el Tribunal de Justicia Europeo se pronuncien, los griegos ya habrán vaciado sus cuentas corrientes y los más ricos, las habrán transferido fuera del territorio comanche en que se ha convertido Grecia.

En medio del desasosiego europeo y mundial, toca preguntarse cuál debe ser la actitud de los ciudadanos. La crítica es imprescindible, la exigencia de responsabilidad pasada y futura, también, pero acompañándolas, se echa en falta un debate serio sobre qué bases éticas y prácticas puede edificarse una actitud ciudadana constructiva...


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