Editorial del 16 de noviembre de 2011

Cuando ustedes escuchan que una de las esperanzas económicas para la vieja Europa es atraer la inversión de China y los países emergentes, ¿no creen que algo raro y sucio ocurre? En esos países la renta per cápita es muy inferior a la media europea, sus calles están llenas de pobreza y la desigualdad social es tan común y tan grande que ya ha perdido la capacidad de estar en ningún titular.

Volvamos a la pregunta inicial, ¿qué enfermedad tiene Europa para tener que recurrir a países más pobres para levantar cabeza?. Algo así se ha planteado esta mañana el presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso, y ha respondido que “Europa tiene recursos de sobra, que lo que falta es voluntad política”. Fíjense en la siguiente reflexión de Barroso, “en Europa los Estados gastan más de lo que recaudan. Llegados a un punto en que no se puede recortar más en gastos, habrá que pensar en aumentar los ingresos”. Así de claro. O sea, hay que subir los impuestos, pero ojo, no aumentando la presión fiscal sobre el trabajo, sino sobre las grandes fortunas sobre el consumo excesivo de energía.

Como saben, Barroso no es sospechoso de izquierdismo. Y sin embargo, hoy ha propuesto lo que para los conservadores europeos era hasta hoy la bicha.


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