Editorial del 7 de noviembre de 2011

En Europa el concepto “moción de confianza” vive días cabalgando entre el fino cinismo y el humor gordo. Si vimos cómo Papandreu superaba una en su parlamento a cambio de dimitir -bonita confianza- hoy hemos oído a Berlusconi decir que él no piensa marcharse hasta que no se vote mañana el voto de confianza que pide a la cámara italiana, “porque quiero ver -ha dicho- la cara de quienes me traicionan”.

También parece que el futuro político de Italia pasa, como en Grecia, por el adelanto de las elecciones, aunque es posible que, como en el caso griego, Berlusconi exija una carambola para salvar su dignidad. Una carambola que pasaría porque el parlamento le diese la confianza mañana, a cambio de su secreta promesa a quién corresponda, de marcharse a Villa Certosa a hacer lo que tanto le distrae. Veremos, quién acierta: si los que dicen que hoy dimite; los que creen, que aguarda a mañana; o los que, tratándose de Berlusconi, prefieren no mojarse. Por de pronto, su país pagó la deuda esta mañana a un precio superior al que pagaba Grecia y Portugal antes de ser intervenida.


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