Editorial del 15 de julio de 2011

Exactamente 222 años después de la toma de la Bastilla en París, y del inicio por tanto de la Revolución Francesa, Europa debería seriamente replantearse que es tiempo ya, de una puñetera vez, de hacer una revolución que llegue desde la política y ponga freno a esta locura de las turbulencias financieras que apuestan a hundirnos para que unos pocos se hagan aún más millonarios.

Hoy mismo, el gobierno Berlusconi, después de pagar el interés más alto para que le prestasen dinero en los mercados, ha decidido endurecer el plan de austeridad italiano. Eso pasa por eliminar casi todas las deducciones fiscales, incluida la de nacimiento por hijo, recortar las pensiones más altas entre un 5 y un 10%, y, lo más impopular, introducir ya el próximo lunes el copago sanitario. A partir de ese día, el italiano que vaya al especialista tendrá que pagar 10 euros; y el que acuda a Urgencias, 25 euros.

Si la Eurozona es la más rica y la menos endeudada del mundo, como ha dicho el ministro italiano de economía, ¿qué demonios está pasando? ¿por qué, como ayer contamos en el gabinete, países como Tailandia tienen hoy menos riesgo país que España o Italia? La salvación tendrá que venir de la política, ha dicho Tramonti. Lo sabemos todos. Cada día, que pasa, con más convicción. Bien... ¿a qué esperan las cancillerías europeas? ¿dónde están los líderes? ¿dónde el coraje?... Como ayer decía un tuitero cáustico, acabaremos como los aztecas, quemando en la plaza dos trabajadores cada día, para ver si los dioses modernos, o sea, los mercados, nos dejan seguir viviendo a los demás.


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