Editorial del 15 de junio de 2011

Hoy cumple un mes el movimiento del 15 M y la efeméride no ha sido precisamente una celebración de democracia real. Escupir, zarandear, lanzar agua, insultar o marcar con un spray a diputados electos es un atajo hacia la antipatía popular. Es también una forma de negar con las formas cualquier razón de fondo. O sea, una estrategia eficaz para perder apoyo además de la razón.

La imagen de las autoridades catalanas, president a la cabeza, llegando en helicóptero al recinto del Parlament autonómico, es tan elocuente como indigesta. De ello hablaremos en el tiempo de gabinete.

Incluso a nuestro invitado de hoy, el coordinador de Izquierda Unida, le han lanzado un cubo de agua en Madrid, le han llamado “oportunista y aprovechado” y le han chillado “no nos representas”. Probablemente son grupos de incontrolados que no respetan el espíritu de un movimiento que hasta hace pocos días era pacífico. Pero deben desenmascarar a los violentos que les ensucian, de la misma forma que ellos exigen a los políticos que expulsen a las manzanas podridas de sus listas. Si no, pecan de lo mismo que censuran en otros.


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