Editorial del 14 de junio de 2011

Esperanza Aguirre ha pronunciado su discurso de investidura y, una vez más, ha demostrado que es lo mejor de su partido. O sea, que es líder. Que sabe escuchar el murmullo general y convertirlo en propuesta. Su discurso ha sido ideológicamente meridiano, ni engaña a nadie ni lo pretende, y después de arremeter contra los indignados que pusieron en problemas a los cargos electos el sábado en muchos lugares, ha hecho una propuesta en la que justamente les ha escuchado. Sugiere la señora Aguirre que se reforme la ley electoral autonómica para que dentro de 4 años, en las próximas autonómicas, los ciudadanos puedan tachar a los candidatos que no consideren merecedores de su voto. No son listas abiertas, pero son listas desbloqueadas. Ha propuesto también dividir la comunidad en circunscripciones para que el voto valga lo mismo en cualquier parte del territorio, otra reivindicación del movimiento 15M y no sólo de ellos. En muchas comunidades el voto de algunos ciudadanos vale 4 veces más que el de otro por vivir en provincias distintas.

En lo demás, pues el discurso de una liberal a ultranza. Pura coherencia.

En cierta ocasión a la primera ministra israelí, Golda Meir, la elogiaron sus adversarios diciendo que era “el único hombre de su gabinete”. Los tiempos han cambiado y ése no sería hoy un elogio. Pero quizá valdría el de que “Aguirre es la líder más audaz” de su partido.


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