Editorial del 23 de mayo de 2011

Lo malo de empezar un programa a las 4 de la tarde de un día después, tan interesante para el análisis o la especulación, es que ya se ha dicho casi todo.

Lo bueno, es que uno puede obviar lo grueso y buscar otros vericuetos. Lo grueso es el tsunami del PP. Estaban preparados para el éxito, pero no tan abrumador. Tampoco los socialistas creían que la escoba electoral les barrería con tan poca piedad: la sociedad les ha abierto en canal el partido y lo ha hecho sin anestesia. Un dolor terminal sin paliativo, vaya.

Pero como todo eso ya está dicho, juguemos a la política ficción. Si se convocaran elecciones generales y el resultado fuera un calco exacto del de ayer, el PSOE tendría menos escaños que los de Almunia en el 2000, pero el PP, sin embargo, se quedaría a 13 escaños de la mayoría absoluta de aquel año. ¿Por qué? Pues porque el bipartidismo de buena parte de España tiene desde ayer grises, o sea, matices que antes no tenía. Izquierda Unida, en lugar de 2 tendría 15 diputados, Rosa Díez duplicaría, Convergencia mandaría mucho con 16 y el PNV empataría con Bildu a 7. Para gobernar, Rajoy tendría que pactar con Mas a pedir de boca convergente; cualquier otra fórmula sería “insoposible”, osea, entre insoportable e imposible.

En definitiva, una complejidad extraordinaria que tendrán que empezar a metabolizar ya, por si se cumple.

Debe ser desagradable despertarse hoy en la piel de Zapatero. Pero debe dar susto, levantarse bajo la barba y responsabilidad de Rajoy.

En cuanto a las acampadas varias, digamos que salió el sol pero que tienen todos en el rostro la huella de la melancolía.


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