Editorial del 22 de octubre de 2009

Ayer a esta hora les hablamos de la pretensión incalificable de los Albertos de cobrar del Estado, o sea de todos nosotros, casi cinco millones de euros por los daños morales causados al haber estado 5 años en los tribunales. Recordemos, una vez más, que según sentencias de tres tribunales sucesivos, estos señores son unos estafadores de 24 millones de euros, cuyo delito, eso sí, resultó prescrito.

Pues bien, será una casualidad, pero ayer mismo por la noche, los primos –ya saben que ese es el parentesco de los Albertos- enviaron una nota en la que anuncian su renuncia a la demanda por la “situación económica general y la de las finanzas del Estado en particular”. Al parecer, cuando presentaron la demanda este verano, no se dieron cuenta de que la crisis había llegado un año antes. ¿No será tal vez que lo que no esperaban es que su demanda trascendiera y con ella el escándalo general? ¿O pretenden que creamos que la marcha atrás es ajena a la indignación que ayer mismo nosotros pudimos comprobar en decenas de correos enviados por los oyentes?

Su actitud es muy vieja: si cuela, cuela y si me pillan, ya me inventaré una excusa. Les hemos pillado, aunque, sinceramente, era de esperar un pretexto más sofisticado. Cortina y Alcocer han hecho, como dice el refranero, un pan como unas hos... tortas. Quisieron cobrar indemnización por aparecer durante años como unos delincuentes, y, ahora que nos habíamos olvidado, ellos mismos nos han obligado a recordar que efectivamente lo fueron.


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