Editorial del 6 de octubre de 2009

Aún resacosos de la moción de censura en Benidorm, que gracias a un tránsfuga del PP quitó la alcaldía a su partido para entregárselo a los adversarios del Psoe, esta mañana ha vuelto a ocurrir lo mismo en la población gallega de Silleda. Lo mismo pero al revés. Esto es, un tránsfuga del Psoe traiciona a su partido y amenaza con moción de censura que dará la alcaldía –si no fallan los números- a una representante del partido popular.

De nada sirvió que el mismísimo Rajoy junto al presidente Núñez Feijoo celebrasen en el mismo concello del que hablamos, Silleda, una fiesta a lo grande y que ambos declarasen entonces, hace sólo un par de semanas, que si alguno de los suyos apoyaba esa moción de censura tendría que abandonar el partido.

Los concejales populares de Silleda han hecho tanto caso a Rajoy como los socialistas de Benidorm a Pajín. Eso sí, también se han dado preventivamente de baja de su partido.

¿Hay que cambiar la ley para que los cargos electos no sean propietarios de su plaza, o confiamos en sus principios y aceptamos que son sus conviciones y no el interés el que los lleva a cambiar la chaqueta?


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