Editorial del 10 de septiembre de 2009

A las 10 en casa. Para los que fuimos jóvenes hace algunas décadas no era nada raro. A las 10 en casa. Hoy, a esa hora, muchos menores de edad ni siquiera han salido. Lo hacen pasada la media noche y regresan, a menudo, después de la salida del sol.

Los siete adolescentes que en Pozuelo de Alarcón se unieron a los disturbios de las fiestas patronales han sabido esta mañana que el juez les obliga a tres meses bajo libertad vigilada, nada de fiestas ni de ferias y a las 10, a recogerse. Al saberlo, ha dicho el defensor del menor de Madrid, que es un castigo la mar de razonable y ha pedido a los padres que encajen la medida con deportividad.

Que haga el defensor del menor esa apreciación quiere decir que cuenta con que algunos padres puedan irritarse lo cual explicaría que sus hijos sean como son. Otro defensor, éste del pueblo, Enrique Múgica, ha pisado ese callo, al decir en voz alta que “la falta de autoridad de los padres” es el origen de mucho desvarío juvenil.

Hoy se ha sabido que uno de los gamberros es de fina estirpe, nada menos que nieto del marqués de Feria, lo cual no añade ni quita nada a su acción. En todo caso deja claro que la etiqueta de “pijoborroka” no está lejos de acertar.


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