Editorial del 14 de julio de 2009

La Audiencia Nacional acaba de ordenarle al juez Santiago Pedraz que cierre el sumario sobre la muerte del cámara José Couso en Irak el mes de abril del 2003. El juez Pedraz, última esperanza de la familia Couso, intentó el procesamiento de tres militares americanos, los que habían disparado de forma indiscriminada contra el hotel en el que periodistas de todo el mundo captaban imágenes de la ofensiva estadounidense. Sin embargo, la Audiencia siempre sostuvo que no había elementos para juzgar a los militares, un sargento, un teniente coronel y un capitán del ejército americano. En el auto de hoy, no sólo se ordena el cierre de la investigación, sino que se pone de vuelta y media al juez Pedraz al que se acusa de parcialidad al no haber tenido en cuenta los datos que podían eximir a los acusados de su responsabilidad. Habrá sido, seguro, un jarro de agua fría para la familia Couso. La sensación fría que produce la sentencia es la misma que provoca esa afirmación indolente e indecente que dice que “la guerra es así”. Aunque sea verdad.


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