Artículo publicado en la sección 'Al contrataque' de la edición del día 15 de febrero de 2013

El estado de necesidad de millones de personas en España y, en paralelo, el conocimiento público de cuán pornográfico ha sido el enriquecimiento de otros ha creado un magma corrosivo cuyas consecuencias aún no son predecibles. Basta ver el último barómetro del CIS para concluir que la desconfianza ya está en la fase de epidemia colectiva. En esta travesía de miserias nadie está perdiendo más reputación que los políticos, a los que cada vez más ciudadanos miran con desprecio e irritación. No son disculpables sus errores y mucho menos --cuando es el caso-- sus delitos, pero tal vez deberíamos apagar un rato el foco con el que perseguimos sus movimientos en el escenario. Igual reparábamos entonces en el comportamiento de otros actores instalados cómodamente en la penumbra, y también responsables, que en lugar de ser arrollados por la ola parecen surfearla sin apenas mojarse. Encendamos, por ejemplo, un fluorescente sobre la CEOE --la 'crème de la crème' del gran empresariado-- y sus máximos responsables. La semana empezó con múltiples denuncias de trabajadores de Arturo Fernández, vicepresidente de la organización, al que acusan de pagarles en negro una parte de su salario. No ha sido un testimonio ni dos, sino un puñado. Recordemos que el patrón Arturo es un hostelero tan importante en Madrid que se ha hecho con la concesión de restaurantes y cafeterías de prácticamente todos los organismos públicos, incluidos Congreso y Senado. La imagen de un capataz de empresa repartiendo sobres a fin de mes entre camareros y cocineros, mientras sus señorías tomaban café o carajillo al otro lado de la barra, merecería secuencia propia en una película de Berlanga.

Otras menudencias

El miércoles la fiscalía abrió diligencias y han salido a la luz otras menudencias del vicepresidente de la CEOE, como una deuda de 400.000 euros con la Seguridad Social. Ese mismo día se reunió la junta directiva, con Juan Rosell a la cabeza --el patrón de patronos-- y don Arturo comunicó muy digno a la salida que aunque "nadie le había pedido su dimisión y que contaba con el respaldo de sus compañeros", iba a tomarse un "periodo de reflexión sobre la vida", aunque en ningún caso eso significaba que abandonase sus cargos en la patronal. Les ahorro lo que ya es un clásico: que quiere que se investigue a fondo, que ha encargado una auditoría interna y que si patatín y patatán.

¿Ustedes han oído la voz del presidente Juan Rosell en los últimos días? Sin embargo, seguro que recuerdan su consejo de dar subsidio a los funcionarios ociosos para que se queden en casa, donde al menos no gastan teléfono. ¿Puede permitirse dar lecciones a otros y enmudecer ahora? ¿Olvida el señor Rosell que cuando fue detenido su antecesor, Gerardo Díaz Ferrán, la CEOE dijo haber entendido la lección y que actuaría en el futuro con mayor diligencia para preservar la imagen empresarial? Ya sabemos que Rosell suscribe la frase de Díaz Ferrán de que "la mejor empresa pública es la que no existe", pero ¿podría asegurarnos que el mejor vicepresidente de la patronal es un empresario acusado de pagar en negro?


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