Artículo publicado en la sección 'Al contrataque' de la edición del día 23 de noviembre de 2012

El próximo domingo será el día nacional del adulterio. Hasta hace poco era comunmente aceptado que casi todos los partidos políticos tenían un suelo electoral que una vez tocado solo podía ir a mejor, o sea, a ser superado en la siguiente convocatoria en las urnas. Y aunque es verdad que la crisis está llevando a muchos gobernantes al límite del desamor electoral, los grandes partidos aguantan, incluso por encima de sus posibilidades. Por no decir de sus capacidades.

Dicho esto, el próximo domingo en Catalunya, decenas de miles de catalanes van a irse con otro. Si hay un dato en todos los sondeos de las últimas semanas que se repite y parece fiable, es la indecisión de más del 20% de los votantes. En otro escenario, la duda podría mutar en indiferencia y engordar la abstención, pero esta vez no se parece a ninguna otra. Los indecisos están por todas partes, se les ve mucho porque hablan de política y se confiesan en público. «Esta vez no sé a quién votar», escuché el otro día en una cola de la Boquería. Amores políticos inasequibles durante lustros a todo desaliento, parecen tentados a la experiencia extramatrimonial. Puede que no sea amor, que solo se trate de sexo, pero así empiezan las aventuras cuyo final siempre es incierto.

Los inconvenientes

Hay convergentes de toda la vida que se bajarían en la primera estación porque temen que el tren descarrile. Existen socialistas fieles que no soportan que Alicia Sánchez-Camacho tenga razón cuando dice que no son «ni carne ni pescado». Votantes tradicionales del PP que aplauden lo de españolizar Catalunya pero que no pueden perdonar esa mano de Cristóbal Montoro metida en su bolsillo desde el minuto uno.

Cuando hay dos ejes, surgen cuatro variables -Catalunya, España, izquierda y derecha-, no siempre combinables. ¿Por qué partido se inclina un ciudadan@ progresista que se siente español sin aspavientos pero que cree que el federalismo es una milonga del momento? ¿Qué papeleta escoge un catalán conservador no independentista que, sin embargo, tiene pesadillas con José Ignacio Wert? ¿Y Fainé? ¿A quién votará el mandamás de La Caixa? Su voto vale tanto como el nuestro, pero solo en el momento del recuento.

Fíjense que en esta campaña se ha hablado poco del voto útil. En cambio se ha impuesto otro concepto, el del voto prestado. Con un desparpajo muy superior al de otras convocatorias electorales, no hay un solo partido que no haya intentado la pesca en caladeros ajenos. Basta una lectura detenida de las intenciones de voto de las encuestas publicadas para comprobar cuán promiscua puede levantarse la ciudadanía el día 25.

Ahora bien, si toda esta colosal energía colectiva que ha vuelto a colocar la política en el centro de interés y de las conversaciones, nos deja el domingo por la noche ante un escenario parecido a aquel del que creíamos huir, habrá que añadir la frustración a todo lo que nos pasa. Melancolía y crisis económica, he ahí el maridaje que vuelve a casa por Navidad.


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