Es inteligente porque tiene dudas y cauto porque sabe que no puede expresarlas en voz alta. Àlex Crivillé está en fase reflexiva y, al parecer, para ir en moto a más de 300 es mejor tener las neuronas de vacaciones. Prudente con las palabras -"soy poco hablador incluso en casa"-, una deduce más de lo que calla, pero asoma a sus ojos, que de lo que confiesa. A los 30 años, cuando muchos coetáneos buscan su primer empleo, él ya ha cumplido todos y cada uno de sus sueños. Ese es su gran desafío para el futuro.

Los entendidos teorizan sobre usted. Cuéntemelo en primera persona.

Conseguí mi sueño, ser campeón del mundo de 500cc y ahora intento revalidarlo. Estoy pendiente de muchas cosas: del equipo, de la moto, de la presión, de mí mismo...

Está usted en la encrucijada...

Estoy en un punto difícil, intento salir del bache y volver a ganar carreras.

Entonces, ¿no piensa en arrojar la toalla?

No. Tengo sólo 30 años y disfruto haciendo carreras. A veces me paro a pensar qué haría si no estuviese corriendo en moto.

¿Y qué se contesta?

Que no lo sé. Por eso sigo corriendo, con espíritu de ganar, aunque a veces pueda dar la sensación de que estás un poco cansado.

Supongo que el espíritu manda sobre la ingeniería.

Sí, sí, claro. Al ser campeón del mundo el año pasado no pude descansar ni un solo día. Pero la gente te exige más, que revalides ese título. Y luego, si no lo haces bien te dan caña.

Respecto a su legendario carácter a los 18 años, ¿en qué no se reconoce hoy? 

Sigo siendo el mismo chaval, con el mismo espíritu de lucha. Eso sí, tengo 30 años, he madurado, tengo más experiencia y las ideas más claras.

En su oficio, ¿la reflexión ayuda o distrae?

Para ir en moto no hay que pensar mucho, debe salir todo automáticamente. Yo ahora analizo más las cosas, es más difícil concentrarse, aunque tengo a mi favor la experiencia.

Dígame la verdad, ¿cambiaría experiencia por inconsciencia?

(Risas). Me gustaría tener el coco de los 22 años, sí.

¿Asume que fue un niño prodigio?

Sí, llevo compitiendo en las motos desde los 15 años y fui el piloto más joven del mundo en conseguir el título en 125cc.

¿Y qué pasa cuando se vencen todos los desafíos tan joven?

Es lo máximo pero te quedas deshinchado. Cuando conseguí el título de los 500cc ya me podía morir, se cumplió mi sueño. Este año lo estoy pagando un pelín.

Si, en lugar de una moto, le hubiesen regalado a los cinco años una pelota, ¿jugaría en Primera División?

Sería un mal jugador porque no soltaría la pelota. (Risas). Yo nací piloto, no me pusieron la moto delante; fui yo quien la pedí y escogí este camino.

La velocidad engancha. Llegado el momento, ¿cuál va a ser su metadona?

(Risas). Es mejor no pensar. Yo disfruto de la vida; me gusta el mar, la montaña, los coches. Pero sé que será difícil tener una sensación parecida a la de ir con la moto a 300 y pico y ganar. Es muy fuerte.

¿Y la pasión amorosa? ¿Nunca le ha dado ese punto de cuelgue la relación con una mujer?

Tengo suerte porque salgo con mi novia Ana desde hace años. Tengo una relación estable y eso está bien porque sería fácil, con tanto viaje y la fama, desviarse un poco, enamorarse...

¿Y eso le parece mal?

(Risas). Puede estar bien o mal. La estabilidad es buena para la moto. Hay que cuidarse mucho, estar en forma, dormir tus horas, entrenar...

O sea, ganar no es lo más importante, es lo único.

Depende. El año pasado sólo podía ganar y gané. Pero, cuando no todo está en su sitio, un segundo o tercer puesto también es positivo. Hay que encajar el resultado.

Pero la leyenda Crivillé dice que usted no sabe ser segundo.

Es verdad, por eso en estos momentos no estoy a gusto. Lo que me llena es estar delante y ganar las carreras.

¿Está preparado psicológicamente, cuando esto acabe, para tener un puesto más discreto en la vida?

Sí, a mí no me gusta ser el centro de atención ni cuando voy a cenar con mis amigos de siempre. Hay pilotos a los que les gusta ser en todas partes la estrella. A mí no.

Usted se va a su pueblo y se pierde por los bosques...

Tengo un caballo español y uno árabe. Cuando tengo tiempo me pierdo con mi hermano o mi novia por la montaña.

El caso es llevar algo entre las piernas...

(Risas). Hombre, refuerza mucho los abductores, sí.

¿Se agarra a algo con la misma lujuria con que lo hace al carenado de la moto?

Para ir bien (risas) en la moto no hay que agarrarse muy fuerte, debe salir todo suave; si no, te puedes hacer daño. Creo que en la vida pasa lo mismo.

Cuando se baja, ¿sabe apreciar lo que borra la velocidad?

Hace 10 años no me hubiera visto regando una flor. Ahora lo hago y me digo: ¿te estarás haciendo mayor?

Un mensaje para la afición.

Un poco de paciencia. Quiero salir del bache, me quedan unos años buenos. Soy el Crivillé de siempre, estoy preparado para ganar. Estoy en este mundo.


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