el Periódico exclusive, diciembre de 2011

TEXTO DE ALBERTO LARRIBA, FOTOS DE MARTA JORDI

Julia Otero (Monforte de Lemos, 1959) domina el arte de la conversación. “Me encanta charlar”, confiesa. La periodista transmite seguridad, aplomo y convicción en todas sus manifestaciones. Dice lo que piensa y piensa lo que dice. Por algo se dedica al mundo de la comunicación, donde goza de un merecido prestigio. También muestra una gran complicidad con la cámara, apenas hay que darle indicaciones. Posa con naturalidad y seduce al objetivo desde el primer disparo.

LICENCIADA EN Filología Hispánica por la Universitat de Barcelona, Julia Otero aparcó el estudio de la lengua para abrazar el periodismo. Con 17 años debutó en Radio Sabadell y hoy es una de las comunicadoras más respetadas de la radio y la televisión en España. Sin embargo, nunca pensó que llegaría tan lejos en la profesión.“Nuestro trabajo depende tanto de los resultados y del corto plazo que es difícil trazarse metas. Continúo dedicándome a la comunicación, pero sigo sin saber qué quiero ser de mayor. La vida es siempre presente y más en un trabajo tan competitivo como este, en el que te fichan hoy pero puede que la temporada que viene no te renueven. Es una espada de Damocles que tenemos todos los que nos dedicamos a este oficio. Han pasado 30 años y sigo aquí, pero nunca creo que esto es para toda la vida. Siempre es un mientras tanto”, reflexiona.

Los tiempos han cambiado y el periodismo también. Y no precisamente a mejor. Según Julia, “el mundo empresarial de la comunicación tiene intereses en muchos campos y eso hace que se entienda como un negocio más”. ¿Consecuencia? “La tentación de que solo cuenten los resultados económicos también condiciona el periodismo”. Por otra parte, observa, “las redes sociales han introducido el espejismo de que se puede prescindir del intermediario [el periodista]. Eso puede ser bueno, puede ser el germen social de auténticas revoluciones como ha sucedido recientemente en países musulmanes, pero también existe el riesgo de no contrastar las fuentes, de no investigar, lo que deja al consumidor de esa información desprotegido”.

Otero detecta síntomas de una tremenda “mansedumbre” en la profesión y cree que el oficio de periodista “peligra”. Romper esta dinámica implicaría “cambiar el mundo entero”. Consciente de las dificultades, Julia aboga por adaptarse a la realidad y “arrojar una parte de la toalla, no digo la toalla entera”. Semejante sentencia exige una explicación: “Antes teníamos tiempo para reflexionar; ahora, la prisa de nuestro tiempo nos obliga a informar incluso sin estar seguros de la información que damos, de modo que se cometen atropellos e imprudencias que nos alejan del rigor. Y todo eso no puede corregirlo el periodista. El signo de los tiempos es la rapidez. El receptor no tiene espera, quiere respuestas ya. Si tú no le das la información la busca en otro lugar. Ahí surge la competitividad y el negocio empieza a marcar la línea: ‘Hay que dar esto’. Esta situación provoca una cierta indulgencia con el error porque vamos a tal velocidad que no podemos metabolizar, digerir, investigar y seguir el código deontológico periodístico. El público, además, también quiere que interpretes la información y reclama la opinión del periodista”.

Ante este sombrío panorama, el informador debe “marcar la diferencia”. ¿Cómo? Aplicando un código deontológico que “sigue siendo válido”. Y, sobre todo,“primando la calidad”, afirma Otero. Para la comunicadora,“las redes sociales son el gran supermercado de la información, es ahí donde se distribuye al por mayor todo lo que ocurre en el mundo. El periodista es el comercio de proximidad cuyo objetivo no es dar todo a cualquier precio, sino seleccionar la buena mercancía, elaborarla y competir de otra forma”. “El buen periodismo tiene un precio, no se puede pagar a 1.000 euros al mes”, valora Julia. “El medio de comunicación tiene que aspirar a ser la tienda de proximidad, aquella que mima el producto”, apostilla. “Al final sobrevivirán aquellos que sean capaces de hacer buena información”, sentencia.

GARANTÍA DE ÉXITO. El currículo profesional de Julia Otero es envidiable. Todos sus espacios, tanto en radio como en televisión, han sido tocados por la varita mágica del éxito. “Afortunadamente, no hay ningún programa del que me sienta avergonzada. Ninguno se ha estrellado”, declara. Desde el 2007, presenta y dirige el programa radiofónico Julia en la onda (Onda Cero), por el que ha renovado hasta septiembre del 2013.En cambio, su idilio con la pequeña pantalla no vive el mejor momento.“La televisión que me gusta hacer no es la que se lleva ahora”, afirma. “Mi modelo de televisión es La Luna, son Las cerezas, el último programa romántico que se ha visto en España con un formato que nadie se ha atrevido a imitar. La tele que he hecho ha contemplado el espectáculo manteniendo la esencia del periodismo. El antiguo Polònia empezó en Las cerezas”, recuerda con cierto aire reivindicativo.

Como profesional de la comunicación, no tiene más remedio que vigilar de cerca los índices de audiencia, aunque rechaza batallar a cualquier precio por alcanzar la cima del éxito y la popularidad. “Es evidente que no vale todo por ser líder de audiencia, pero también me resulta difícil juzgar a aquellos que se pagan la hipoteca de esa manera”, opina. “Hay trabajos –añade– que si no los hace una persona los hará otra. Y hay empresarios que solo quieren complacer al consejo de administración. Yo no he estado dispuesta nunca a aceptar un camino que sin embargo sí se me ha ofrecido en más de una ocasión, pero no voy a adoptar una postura de superioridad moral por eso. Sé que no podría dormir y que no me sentiría cómoda haciendo según qué trabajos. Ahora bien, no culpabilicemos solo al mensajero y fijemos también la vista en aquellos que consumen ese producto. Si hay demanda hay oferta y si hay oferta hay demanda”. ¿Cómo romper esa espiral? “Cuando se concede un canal de televisión a un empresario –responde–, el contrato debería incluir unas mínimas cláusulas de servicio público y dejar claro que no se pueden cruzar ciertos límites. Esa ha sido una carencia de los políticos, que han regalado un negocio de televisión sin exigir nada a cambio”.

POLIFACÉTICA. A lo largo de su prolífica carrera, Otero ha recibido grandes elogios de los colegas de profesión. Ella lo agradece manteniendo la cabeza sobre los hombros: “La única forma de que una crítica ácida no te destruya es que un gran halago no te haga perder el mundo de vista. Hay que rebajar la euforia y la tristeza, por si acaso”, proclama. Coleccionista de premios, la periodista recuerda con especial cariño su primer Ondas [tiene tres, dos en televisión y uno en radio]. “Fue un gran impacto para mí, porque en aquella época yo cubría la información de los premios para una pequeña emisora de Barcelona (Radio Miramar) y de repente me encontré delante de los focos y haciendo declaraciones”, rememora.

Profesionalmente, Julia Otero ha trabajado en informativos, ha sido presentadora de concursos, ha ejercido de moderadora, entrevistadora, columnista... Y en todos ha dejado su impronta. ¿En qué papel se siente más cómoda? “A mí me gusta la gente y me gusta hablar. Empecé a hablar antes que a andar y me pierde el placer de la conversación. Charlar, preguntar, conversar, es el leitmotiv, después me da un poco igual si es en la radio o en la televisión. Ambos medios son fascinantes”, comenta.

Políticos, músicos, deportistas, artistas... La lista de entrevistados por Otero es interminable, aunque Julia no se deja impresionar por la notoriedad de los personajes.“Para dejar de ser mitómano no hay nada como entrevistar a los más grandes. Al final te das cuenta que hasta ellos se visten por los pies y se afeitan o se depilan por la mañana”. La periodista recuerda a un Paul McCartney “muy normal”; al teniente coronel Gutiérrez Mellado, un hombre “excepcional, lleno de ternura y con las ideas claras”; a Magic Johnson, “un gran tipo”, y a un Carl Lewis “engreído”. No obstante, en su currículo falta algún grande por entrevistar. “Mi gran anomalía es no haber entrevistado nunca a Pedro Almodóvar”, desvela, aunque no pierde el sueño por ello: “No insisto en entrevistar a personas que no tienen interés en que las entreviste”.

HIPERACTIVA. Como mujer, trabajadora, pareja y madre, Otero tiene que apañárselas para compaginar la vida laboral con la familiar. Su agenda está repleta de tareas, compromisos y obligaciones. ¿Cómo lo lleva? “Como la mayoría de mujeres, acabo el día extenuada completamente”, se sincera. “La conciliación es un concepto que se descarga en un porcentaje elevadísimo sobre nuestras espaldas”, denuncia. “De esta situación somos culpables todos. Forma parte de la educación de las mujeres exigir el 50% de participación en la vida doméstica”, sostiene. De haber nacido hombre, Julia cree que hubiera tenido una vida “más fácil en lo personal”. Seguramente, “tendría una señora en casa para ocuparse de la intendencia familiar”, imagina. En este sentido, “casi todos mis colegas tienen la suerte de dedicarse al 100%a un trabajo que es muy absorbente”. En cambio, “casi todas las mujeres que conozco, incluidas periodistas y políticas, aun estando en primera línea, seguimos organizando nuestra vida doméstica”, constata.

Pero ese, aun siendo importante, no es el único hándicap al que se ha de enfrentar cada día la periodista. Como observadora privilegiada de la actualidad, desayuna, come y cena con noticias sobre la crisis que amenaza con destruir los cimientos del Estado del bienestar. ¿Saldremos de ella? “Sí, pero no sé cómo”, responde. “Todos hemos asumido ya que hay un modelo que está deshaciéndose delante de nuestros ojos. Lo que no sabemos es qué estamos construyendo”, analiza. “No sé cómo será el mundo dentro de 20 años, hay muchas incógnitas. Lo más grave es que los representantes que elegimos democráticamente para dirigir el mundo tampoco lo saben y mi gran preocupación es si alguien en algún lugar lo sabe. Lo que es seguro es que a esos no los escogeremos nunca porque no se presentan a las elecciones”, concluye rotunda Julia Otero, una voz imprescindible en la radio y un rostro muy añorado en la televisión.

EL TEST

¿Qué cualidades debe tener una persona –hombre o mujer– para llevarse bien con Julia Otero?

La sinceridad, aunque duela, y la bondad. Las buenas personas, aunque tengan otros defectos, me encanta que estén a mi lado.

¿Es amiga de las redes sociales?

Sí. Empecé en Twitter hace solo seis meses y estoy enganchada. Tiene sus riesgos pero también una parte muy atractiva.

¿Es coqueta, presumida?

Siempre he sido muy coqueta, aunque una tiene que ir adaptándose a las décadas que van pasando. Pero cuando la bestia es coqueta se muere coqueta.

¿Cuál es su mejor arma de seducción?

Escuchar. Es fundamental para mi trabajo y también en la vida. No hay nada más seductor que una persona que escucha.

¿Qué no debe faltar nunca en su tocador?

El eye liner y el pintalabios.

¿Cuál es su prenda favorita para vestir?

Un vestido sencillo negro.

¿Y el complemento ideal?

Un bolso y un buen zapato.

¿Qué hace para estar en forma?

Hago fitness y ejercicio aeróbico. También camino mucho y esquío en invierno.

¿Barcelona, Real Madrid o ninguno de los dos?

Soy del Barça.

¿Guardiola o Mourinho?

Guardiola es un tipo listo, sencillo, buena gente. Pep podría ser mi amigo y confieso que me encantaría entrevistar a Mourinho, cosa que no ocurrirá porque no quiere.

¿Cristiano Ronaldo o Messi?

Piqué.

¿Qué otras aficiones tiene?

Mi afición es Nueva York. Es una ciudad que me entusiasma. Toda la familia comparte el mismo virus. También la lectura, incluso la obligatoria.

¿Radio, televisión o prensa?

Todo, pero hecho por buenos periodistas.

¿Le queda algún sueño por cumplir?

Los sueños siempre son personales y, cuando tienes hijos, se proyectan en ellos.


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