Sosegada. A sus 44 años, Julia Otero asegura que vivir en Cataluña le ha dado un plus de tranquilidad y de libertad.Magazine de El Mundo, 16 de noviembre de 2003

Julia Otero, 44 años, se define como una mujer ambiciosa y una periodista todoterreno, pero con escrúpulos. “La columna”, programa que dirige y presenta desde hace tres temporadas en TV3, acaba de obtener el premio Ondas al mejor espacio de entretenimiento. Un momento dulce, que tuvo antes su hiel. Hace cuatro años, a la vuelta de unas vacaciones, se encontró con que su programa radiofónico, líder de audiencia en ese momeno, dejaba de emitirse por ser “intelectualmente elevado y elitista”, algo que ella ni perdona ni olvida.

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ FOTOGRAFÍA DE QUIQUE GARCÍA

P. Julia, ¿es cierto que su web personal la puso en marcha un admirador suyo? 
R. Sí, se llama Emilio Expósito. Es un informático profundamente tímido que después de seguirme en televisión (3 x 4, La luna, La ronda), se enganchó a La radio de Julia. Reconozco que, al principio, su entrega desinteresada me asustaba un poco. El amor desmedido, por platónico que sea, siempre da un poco de miedo. Le conocí porque le forzaron un grupo de amigos para que viniera a Barcelona a ver La Columna en directo, y luego he contactado con él por teléfono y mail para agradecerle su dedicación. 
P. Usted conoce el poder de fascinación de la televisión. Como Expósito, quizá el Príncipe Felipe se enamoró de Letizia Ortiz al verla en los telediarios...  
R. Es un paralelismo que jamás me atrevería a establecer (risas). Pero sí, es perfectamente verosímil que primero la viese por la tele y pensara: “Uhmm, qué chica más interesante”. 
P. ¿Si un príncipe le dice ven, lo deja todo? 
R. El esfuerzo de ponerse en la piel de otro siempre es inteligente y educativo, pero hay pieles de otro tan lejanas... Por amor puedes hacer muchas cosas, pero no sé si es muy sensato dejar de hacer otras. Nunca se puede descartar que el amor no vaya bien. 
P. Perdone, ¿es usted monárquica, republicana, juancarlista o todo lo contrario? 
R. Yo soy nieta de republicanos recalcitrantes que sufrieron la represión franquista. Pero siendo republicana por tradición familiar, creo que España necesita un jefe de Estado por encima de sus luchas partidistas. Sólo imaginarme que Aznar podría ser el presidente de la República de España... Prefiero mil veces al Rey Juan Carlos. 
P. ¿Siente algún orgullo especial por el hecho de que la futura reina sea periodista? 
R. Es que ni siquiera tengo un orgullo especial por ser periodista. Hay veces que me avergüenza mi oficio. 
P. He llegado a oír que Letizia ha pegado el braguetazo. ¿Cómo juzga una licenciada en Filología Hispánica como usted esta expresión? 
R.En España el lenguaje todavía es machista. Si con esa expresión tan desafortunada quieren indicar que es ella la cazadora y no la cazada, habría que responderles que la posición de esta mujer en un futuro no es nada envidiable. Todas hemos sido niñas y hemos soñado con ser princesas, aunque descubrimos muy pronto que el príncipe azul no existe; probablemente, ni siquiera el Príncipe Felipe sea un príncipe azul, al menos en la acepción sentimental en la que nos educaron. 
P. Dicen que la prometida es sencilla, simpática, cariñosa, prudente, educada, perfeccionista, ambiciosa... ¿Qué le falta a usted para ser la princesa ideal? 
R. Yo no tengo inconveniente en decir que soy ambiciosa. En los hombres la ambición está bien vista, pero para las mujeres siempre ha resultado un lastre; se supone que una mujer ambiciosa busca lugares oscuros por donde encaramarse. Los mismos adjetivos aplicados a unos o a otras tienen un valor social diferente. Yo me rebelo contra lo que, en términos filológicos, se llama uso androcéntrico del lenguaje. 
P. Usted tiene un pasado: no sólo está divorciada (del periodista Ramón Pellicer), sino que decidió asumir la maternidad en solitario. ¿Alguna vez se arrepintió? 
R. Hace mucho tiempo que vivo con el padre de mi hija (Candela tiene siete años y es fruto de su relación con Josep, médico de profesión). Después de un pulso importante con la prensa del corazón conseguí que se respetase mi intimidad. Para ello tuve que ser coherente, firme, tozuda e incluso borde. Uno no puede ceder a chantajes del tipo: “Ahora hacemos un reportaje aquí y te dejaremos tranquila”. No. Nunca. 
P. Supuse que me iba contestar con un elocuente silencio. 
R. Ahora la situación es otra. No estoy en el mercado estatal; si estuviera haciendo un programa para toda España probablemente hubiera tenido más dificultades para abordar los cambios de mi vida personal en los últimos tiempos. Vivir en Cataluña me ha dado un plus de tranquilidad y libertad. 
P. Se rumoreó que había concebido a su hija mediante la fecundación in vitro. 
R. No hubo tal necesidad. El mundo está lleno de hombres estupendos y yo he tenido mucha suerte en mi vida sentimental: he querido y me han querido mucho también. Sin embargo, en este patio de vecinos resulta extraño no saber nada sobre una persona que trabaja en un medio de comunicación. Ante la ola de popularidad que viví, sobre todo con La luna, me bunquerizé. Gracias a ese aislamiento pude mantener cierto equilibrio personal. 
P. ¿Es mejor que el padre duerma en casa? 
R. Lo bueno es que haya armonía bajo el mismo techo. Si ésta se consigue saliendo uno de los dos, pues también. Lo importante es el calor familiar. 
P. Usted es hija de trompetista. ¿Le tocaba nanas con la trompeta? 
R. Por supuesto. Y me sigue tocando el cumpleaños feliz. La trompeta es el más difícil de los instrumentos de viento. Más que pulmón, requiere labio, y él tiene mucho. Lo único que les reprocho a mis padres es que no me obligaran a estudiar música. 
P. ¿De niña fue la reina de la casa? 
R. Claro, soy hija única. Fui una niña mimada, pero no consentida. Ahora los hijos únicos no son la excepción, sino la regla. Mientras las políticas familiares no ayuden a las mujeres a tener hijos y la mayoría de los hombres sigan sin ayudar en casa... Cuando las españolas hemos podido decidir si paríamos y cuándo paríamos, hemos decidido parir muy poco; en Cataluña, una media de 1,2 hijos, frente a 1,4 del resto de España. 

Boom televisivo. Julia Otero, en 1991, cuando presentaba “La Ronda”, con Charo López, Marta Sánchez y Miguel Bosé.P. ¿Si se quedara en paro como Olga Viza y tuviera que poner un anuncio en prensa como Bette Davis (“actriz con dos Oscar busca trabajo”), cómo se vendería? 
R. Bueno, yo ya estuve en paro... Pondría: “Periodista todoterreno. Tengo escrúpulos”. 
P. En 1999 la directiva de Onda Cero, en manos de Telefónica, canceló La radio de Julia, líder de audiencia con una media de 502.000 oyentes, por ser “intelectualmente elevado y elitista”. Aquello fue un golpe mediático...  
R. Nadie me ha pedido disculpas por aquella necedad. Tampoco las espero. Hay veces que esperas cosas que cuando llegan ya no tienen ninguna importancia para ti. Pero ni olvido ni perdono, porque aquello fue profundamente miserable y mezquino. No se puede perdonar dejar sin trabajo a un montón de gente de un día para otro y ser tratados prácticamente como delincuentes. Aquel día, el programa estaba en antena, confeccionado por el equipo de verano, y les prohibieron acceder al locutorio. 
P. ¿Y les cantó las cuarenta a los golpistas? 
R. No, porque no dan la cara. Tirar la piedra y esconder la mano es la primera condición de los cobardes. 
P. Usted compitió con la resucitada Encarna Sánchez. Al poco tiempo de morir, dijo en un homenaje: “Conseguir hace 20 años micrófono propio para hacer un programa que se aleje de los típicos programas femeninos no fue nada fácil”. 
R. Encarna tenía virtudes comunicativas innegables, era capaz de venderte la isla de Barataria, pero no me unía ningún punto en común con ella. 
P. ¿Teme que alguien pueda airear sus trapos sucios después de muerta? 
R. Hay actitudes que califican a los inquisidores, más que a los descuartizados. Y eso que yo no tenía una relación precisamente estupenda con Encarna... Siempre que podía se dedicaba a vilipendiarme: que si era una falsa progresista, que si una niñata que intentaba hacerle cosquillas... Yo nunca le seguí el juego, ni en público ni en privado. 
P. ¿Qué importancia tiene la seducción en el éxito de sus programas? 
R. Siempre hay intención de seducir, pero sin estrategia. Yo no cambio delante del objetivo, aunque sí ante la multitud. Frente a mil personas me vengo abajo. A mí me gusta la distancia corta, y tanto en un locutorio como en un plató puedo encontrarla. 
P. ¿Le halaga que las señoras catalanas pidan un corte de pelo “a lo Julia Otero”? 
R. Lo relativizo. Si fuera la vecina del quinto probablemente no se hubieran fijado. 
P. Un estudio de la Universidad de Massachusetts confirma que en una conversación mentimos más que hablamos: ellas para hacer que su interlocutor se sienta bien y ellos para dar una mejor imagen de sí mismos. ¿Está de acuerdo? 
R. Si los hombres no soportan una crítica directa me parece de inteligencia emocional ahorrarles algunos disgustos. Lo que me parece menos inteligente es mentir para quedar bien. Pero cuando nos enamoramos todos sacamos las plumas. Hombres y mujeres intentamos dar la mejor imagen de nosotros mismos, ignorando que, si somos correspondidos, la otra persona también se ocupará de otorgarnos las virtudes de las que seguramente carecemos. El amor es inventarse al otro y mejorarle. 
P. En su programa hay una nueva sección muy sugerente: El hombre atónito. ¿Tan anonadados estamos? 
R. Aquí se plantean los dilemas del hombre del siglo XXI a través de un treinteañero desorientado en el terreno de la familia, de su relación de pareja, de la estética... Es un tipo que se pregunta, por ejemplo, si a su mujer le gusta que esté depilado...  
P. ¿Y Julia tiene algún prejuicio con la depilación masculina? 
R. En absoluto. El hombre es un objeto de deseo, como lo somos las mujeres, y tiene que esforzarse por ser lo más apetecible. 
P. En su programa desfilan hombres en ropa interior...  
R. Sí, uno por temporada. Es una tradición, ja. 
P. ¿Tanga sí o tanga no? 
R. Tanto en hombres como en mujeres, todo depende de las nalgas que se tengan. Y desde luego, el culo de un hombre es uno de los focos de atención de una mujer. A mí me gustan los hombres altos, guapos, interesantes... y con un buen culo. 
P. ¿Le caen bien los feministos? 
R. ¿Se refiere a los heterogays? Sí, siempre que sean sinceros. Hay mucho hombre que sólo es feminista de pacotilla, sobre todo en las filas de la progresía. Me defrauda que alguien desde la izquierda incumpla en su vida privada lo que afirma en público. 
P. Oído en los guiñoles del Plus. Artur Mas le pregunta a Pujol: “¿Entonces los nacionalistas somos más españoles que los socialistas?”. Por favor, acláreselo. 
R. Bueno... El artículo póstumo de Vázquez Montalbán en Interviú tenía una tesis: Artur Mas (CiU) era el candidato del PP en Cataluña. Lo cierto es que al PP quien le da miedo no es Artur Mas, sino Pascual Maragall. 
P. ¿Maragallista? 
R. En los Juegos Olímpicos hice un programa de entrevistas diario y Maragall me abrió muchas puertas. Si pude tener a Arnold Schwarzenegger, Alberto de Mónaco o a Carl Lewis fue porque el alcalde de Barcelona me ayudó a venderme en el mundo antes de que esta gente viniera. Pero yo tengo buena relación personal con todos los candidatos... Lo que está claro es que Cataluña necesita un cambio. Democracia es alternancia. 
P. ¿Se puede ser catalán y español y no estar loco? 
R. Sí, y tanto. Yo conozco a un montón de gente que es profundamente catalana, pero también española. Lo mío es más complicado: soy muy galleguista. 
P. ¿Cuál ha sido la última gracia de su hija Candela? 
R. Le preguntaron en el colegio que a qué se dedicaban sus padres y contestó: “Mi madre no trabaja. Ella va a la tele y habla”.

“La columna”, de Julia Otero se emite de lunes a viernes a las 16,15 horas en TV3.

LÍDER DE AUDIENCIA

En la recepción de TV3 hay una chica con síndrome de Down que ayuda en la tarea de atender llamadas y recados. Esta tarde (3 noviembre) está especialmente emocionada: su idolatrada Rosa de España se sentará en la “chaise longue” de “La columna”, el “magazine” de tarde que Julia Otero dirige y presenta desde hace tres temporadas. Tras firmarle un autógrafo a su entregada fan, Rosa le dice a Julia que “sin intimidad, pierdes la vida”. Por su parte, José Luis de Vilallonga confiesa que el Príncipe Felipe ya no le cae gordo. Ante la seductora y cercana presentadora, tanto el aristócrata como la humilde estrella de “OT” se sienten como en casa. Además de entrevistas, hay espacios no específicamente femeninos dedicados al fútbol, los libros, la educación sentimental... Galardonado recientemente con el premio Ondas al mejor programa de entretenimiento, junto con “Los Guiñoles” de Canal +, el programa es líder de audiencia en Cataluña con un 25% de cuota de pantalla. Toda una heroicidad. Sobre todo si tenemos en cuenta que los contenidos del corazón están presentes en 25 programas de las cadenas españolas y aquí no se admiten “salsas rosas” con “sabor a ti”.

Consejos de maestra. “Demasiadas preguntas sobre el Príncipe, ¿no?”, reconviene al término de la entrevista Julia Otero (Monforte de Lemos, Lugo, 1959), una estrella de la “tele” a quien no se le caen los anillos por no tener despacho propio. Su consejo suena cercano, de colega a colega. A pesar de ser una maestra del periodismo “vis-à-vis”, no hace que el entrevistador se sienta como un estudiante de Ciencias de la Información en “La noche abierta”, de Pedro Ruiz. Julia insiste por teléfono al día siguiente: “Oye, me quedé preocupada por lo del Príncipe... ”. Al final no entraron tantas preguntas sobre el enlace real (la cosa resultaba algo pesada), si bien, ante las mismas cuestiones, las respuestas de otro personaje hubieran sido muy diferentes. Respecto a las declaraciones del “padre de la novia” en “Salsa rosa”, ella contesta a lo Kapuscinski: “En la velocidad a la que estamos sometidos los medios de comunicación se comenten muchos atropellos que no hacen ningún favor a este oficio”. ¿El secreto de su éxito? “El bicho televiso es el mismo que la persona que hay detrás”, palabra de la hija del trompetista; una periodista visceral, inteligente y seductora que no hace concesiones a su vida privada y se declara feminista sin dejar de mirarte a los ojos.


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